Desiré, una empresaria de Cúcuta, llegó a Cartagena con su pareja para celebrar su luna de miel, pero lo que comenzó como una escapada romántica rápidamente se convirtió en una historia digna de novela. Tras enfrentarse a cobros exorbitantes en el transporte, decidió hacer pública la situación en sus redes sociales, donde nunca imaginó que hasta el alcalde le respondería… y de una forma nada profesional.

El pasado sábado, Desiré denunció que al llegar al aeropuerto Rafael Núñez fue abordada por taxistas que, ante la lluvia, exigieron una tarifa de $100,000 para llevarla a Bocagrande, en lugar de los $27,500 estipulados. ¿La razón? Según los conductores, el riesgo de que el vehículo "se ensuciara o inundara". Desiré no tardó en compartir su experiencia en redes sociales, alertando a otros turistas sobre lo que considera una práctica abusiva.

Sin embargo, en lugar de recibir apoyo, pronto se vio en el centro de una tormenta de reacciones. No solo la contactaron las autoridades locales, sino que, según su relato, recibió visitas de la Policía y el "secretario del Interior", quienes insistían en cuestionarla. “Me sentí acosada y perseguida por hacer una simple denuncia”, afirmó la empresaria, quien relató que incluso el alcalde, Dumek Turbay, decidió intervenir con comentarios en redes sociales donde puso en duda la veracidad de su denuncia. Turbay, en un alarde de diplomacia virtual, insinuó que la empresaria solo buscaba "ganar seguidores".

Desiré contó que su incomodidad fue en aumento cuando, tras una excursión a las islas cercanas, un funcionario de la alcaldía la abordó en la entrada de su hotel para interrogarla sobre sus movimientos, insinuando que su denuncia tenía como único fin causar revuelo en redes. "Es increíble que un alcalde cuestione a los ciudadanos en lugar de preocuparse por regular el servicio de transporte en su ciudad", expresó Desiré en una publicación.

En respuesta a las descalificaciones, la empresaria exigió al alcalde que se retractara públicamente. “Tengo derecho como colombiana a denunciar un abuso que usted no ha controlado en su ciudad”, escribió, indignada. Lo que iba a ser una luna de miel en Cartagena terminó con la amarga lección de que, al parecer, quejarse puede salir caro, al menos en la ciudad amurallada.