Texto realizado, por Jaime Eduardo Jaramillo J. (1) en el marco del Paro Nacional en Colombia del año 2021, un evento de marcada importancia política y social tanto para el país, como para la comunidad internacional. Retornar a estos momentos en clave reflexiva urdiendo en sus antecedentes y en las “nuevas ciudadanías”, es clave para leer nuestra actualidad y pergeñar el futuro allende de la incertidumbre. (Nota del editor, Revista In-Usual).

La presencia pública de los jóvenes en la historia de Colombia, precursora de cambios históricos

Con su entusiasmo y permeabilidad al espíritu de la época los jóvenes en el país han contribuido, especialmente en el último medio siglo, a generar grandes manifestaciones callejeras que han ayudado a gestar un nuevo estado de opinión el cual ha culminado en la sustitución de regímenes políticos autoritarios y antidemocráticos. Al mismo tiempo, este activo sector generacional ha planteado a la sociedad “adulta”, más conservadora, creencias emergentes, nuevas utopías y renovadas expresiones de la subjetividad, la sensibilidad y las artes. 

Así en el último siglo de la historia colombiana se registró un notable protagonismo juvenil en eventos callejeros de gran significación histórico-política. Mención especial merecen las manifestaciones del 7 y 8 de junio de 1929, cuando los estudiantes de la Universidad Nacional, en Bogotá, iniciaron un impugnador movimiento nacional, que unido al impacto de la Masacre de las Bananeras constituyó el inicio del fin de medio siglo de la hegemonía conservadora. Por su parte, el 9 de junio de 1.954 el asesinato alevoso de 11 estudiantes de la Universidad Nacional por las fuerzas del régimen, constituyó el principio del fin del gobierno militar de Gustavo Rojas Pinilla. Fueron también los universitarios, en varias ciudades del país, quienes iniciaron las manifestaciones callejeras que culminaron el 10 de mayo de 1957 con la renuncia del Presidente de la República. En el Frente Nacional, en 1965, estudiantes universitarios de varios centros urbanos constituyeron el núcleo del Frente Unido del Pueblo, fundado por el carismático sociólogo y sacerdote Camilo Torres Restrepo. Ellos animaron masivas manifestaciones que impugnaban el pacto excluyente del Frente Nacional. En 1971 fueron igualmente estudiantes -en esta ocasión de todas las universidades públicas, y de algunas privadas en el país- quienes gestaron un movimiento de proyección nacional, agitando reivindicaciones que han constituido un referente para el movimiento estudiantil en el último medio siglo. Más tarde, en 2011 y 2018, los universitarios colombianos regresaron a las calles en movilizaciones multitudinarias, con apoyo de amplios sectores de la población, para obtener de los gobiernos respectivos, reivindicaciones significativas. 

 

“este activo sector generacional ha planteado a la sociedad “adulta”, más conservadora, creencias emergentes, nuevas utopías y renovadas expresiones de la subjetividad, la sensibilidad y las artes”

 

El Paro Nacional de 2021: actores principales.

Teniendo en cuenta estos y otros antecedentes históricos -como fue el Paro Nacional de noviembre-diciembre de 2019- puede plantearse que las expansivas manifestaciones de protesta socio-política, acaecidas durante el Paro Nacional iniciado el 28 de abril de 2021, las que registraron un contundente protagonismo juvenil, han constituido el más grande movimiento de protesta y reivindicaciones colectivas sucedido en la historia colombiana. Informaciones estadísticas recopiladas por el propio gobierno nacional, dan cuenta de que entre el 28 de abril y el 4 de junio de este año se realizaron 12.470 “protestas”: concentraciones, marchas, bloqueos y asambleas, desarrolladas en 862 municipios, de 1.122 que existen en el país. Estas mismas informaciones reconocen que el 89% de estos eventos fueron pacíficos. Observando las numerosas fotos y videos de las marchas en el Paro, difundidas por los medios y las redes, se puede afirmar que la cuantía de población participante ha ascendido a millones de personas. Este histórico evento se ha constituido entonces, como se ha comenzado a decir, en una inédita “explosión social!”.

Ha sido visible la protagónica participación en el Paro Nacional de jóvenes de ciudades intermedias, pueblos y regiones rurales y periféricas. Constituye la “otra cara” de este gran evento, en la que han sido muy activos los jóvenes campesinos, indígenas, afrodescendientes, estudiantes de bachillerato y universidad, profesionales y otros grupos de la población proveniente de sectores populares y medios. Las mujeres jóvenes han tenido una participación decisiva, para cumplir un importante papel movilizador y dinamizador en estos significativos eventos políticos y culturales. 

Una circunstancia novedosa en el actual Paro Nacional la constituye el protagonismo que han detentado los jóvenes del campo urbano-popular. Son gentes provenientes de barrios empobrecidos e invisibilizados donde viven millones de personas en condiciones de pobreza, carencia de servicios básicos, exclusión social, así como de control y represión constantes de las fuerzas del Estado. Estos eventos socio-políticos han sido acompañados por grupos artísticos de diversos géneros, así como por equipos médicos voluntarios, grupos de derechos humanos, periodistas, estudiantes, habitantes de sus barrios, oenegés, barras futboleras, etc.  

 

fotografía: Paula D'Pablos
Fotografía: Paula D'Pablos (@pauladpablos)

 

Dentro de esta juventud urbano-popular, en ciudades capitales y de muchos departamentos, han tenido expresión relevante jóvenes pertenecientes al cada vez más extendido precariado. Es esta una clase, o condición sociolaboral, inestable pero creciente, cuyos miembros se caracterizan por no tener empleos seguros ni bien remunerados, escasa o nula seguridad social e insuficiente acceso a servicios básicos como la educación, la salud y la cultura. En el límite de la supervivencia, sólo en Bogotá existen más de 600.000 ninis, jóvenes que ni estudian, ni trabajan. En el comienzo del Paro Nacional, el Dane reportaba un desempleo del 24% para los jóvenes y de 31% para las mujeres. A los ninis, sector de población que ha tenido participación muy destacada en estos multitudinarios eventos, pertenecería el 17.5% de los hombres y el 38% de las mujeres. Para ellas y ellos es un motivo de angustia cotidiana, frustración y rabia, la desigualdad de oportunidades, la “ausencia de futuro”, la incertidumbre familiar y existencial, en fin, la dificultad de construir un proyecto de vida y de constituirse como efectivos ciudadanos y ciudadanas. También muchos jóvenes profesionales en Colombia hacen parte de la situación sociolaboral del precariado, pues a pesar de su cualificación académica suelen obtener posiciones y salarios subalternos. Es necesario aquí incluir, no a cientos sino a miles de profesores universitarios “de cátedra”, con maestrías y doctorados, pero sin estabilidad en su trabajo ni prestaciones sociales, los cuales van constituyendo un segmento mayoritario frente a los docentes de tiempo completo, en los centros de educación superior.  

En las grandes manifestaciones políticas de estos dos meses, han estado muy activos también los estudiantes de secundaria y universitarios, un sector considerable de ellos del mencionado campo urbano-popular, otros de clases medias e incluso de estratos altos, aunque en esta ocasión el protagonismo lo han esgrimido los jóvenes del referido mundo popular. 

En encuesta reciente de Cifras y conceptos -con una muestra representativa de personas entre 18 y 32 años de 13 ciudades capitales del país- los respondientes expresaron que han venido manifestándose en estos meses, en primer término, por la “falta de empleo”, la “pobreza” y los “hechos de corrupción no sancionados”. Señalaron asimismo su frustración por la “desigualdad” y la “falta de acceso a la educación superior”. El 84% de estos jóvenes, “se sienten representados por el actual Paro Nacional(2).  

 

"En los sucesos del Paro se registraron, (…) 4.687 casos de violencia policial y cerca de 100 personas con traumas oculares, mientras al presente existen 89 personas 'desaparecidas' "

 

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos y el Paro Nacional 

En los sucesos anotados, y en medio del polarizado debate nacional acerca de las interpretaciones sobre lo efectivamente acaecido en los enfrentamientos entre la fuerza pública y los manifestantes, el gobierno nacional se vio obligado a invitar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), perteneciente a la OEA. La Comisión elaboró un amplio y detallado informe sobre las violaciones a los derechos humanos en el proceso del Paro nacional. Esta reconocida instancia internacional publicó un conjunto de “observaciones y recomendaciones” al gobierno colombiano. Debe señalarse que la Comisión ha realizado investigaciones, y ha emitido “advertencias” y “recomendaciones” para otros países de la región, cuyos gobiernos tienen diversas orientaciones ideológico-politicas. Habiendo reunido informaciones, estadísticas y testimonios de distintas agencias del Estado, oenegés y personas de la sociedad civil, el sustentado informe de la Comisión “destaca la masiva participación ciudadana a través del ejercicio del derecho a la protesta pacífica”. Esto habría permitido visibilizar “reclamos sociales provenientes de la juventud, como el acceso universal a la salud y educación, y la necesidad de una reforma a la Policía Nacional”(3).  

En los masivos acontecimientos de protesta de estos últimos meses, fuentes gubernamentales, políticos de la coalición oficialista y los medios de comunicación hegemónicos han retomado la vieja narrativa contrainsurgente propia de la “Guerra Fría”, la que en América Latina registró una de sus primeras expresiones en Colombia. Ella supone una narrativa oficial que ha pretendido dividir de manera maniquea a los integrantes de la sociedad nacional -según su presunta orientación ideológica y política- entre “amigos” y “enemigos”, “demócratas” y “subversivos”. En el contexto del Paro Nacional, fuentes gubernamentales han expresado públicamente que estaríamos asistiendo, en medio de las multitudinarias manifestaciones, a un “terrorismo de baja intensidad”, con cientos de jóvenes manifestantes que serían pertenecientes a, o manipulados por, las “disidencias” de las Farc, por el ELN y/o el “narcotráfico”, además de la presunta presencia de agentes “extranjeros”. 

En este sentido, la CIDH expresa en su informe que “observa con preocupación la persistencia de lógicas del conflicto armado [colombiano] en la interpretación y respuesta a la actual movilización social. (…) La estigmatización, la violencia y la persistencia de lógicas bélicas dificultan todo proceso de diálogo como mecanismo para alcanzar soluciones a la conflictividad social”. (P. 42).

 

“fuentes gubernamentales, políticos de la coalición oficialista y los medios de comunicación hegemónicos han retomado la vieja narrativa contrainsurgente propia de la 'Guerra Fría'"

 

La Comisión advierte “el impacto que la polarización y la estigmatización tienen sobre los derechos humanos de las personas manifestantes [como fueron] el uso desproporcionado de la fuerza, la violencia basada en género en el marco de la protesta, la violencia étnico-racial; la violencia contra periodistas y misiones médicas; denuncias de desaparición; así como el uso de la asistencia militar y de la jurisdicción penal militar”. (P. 8). En los sucesos del Paro se registraron, según cifras obtenidas por la CIDH -recolectadas de fuentes oficiales u oenegés reconocidas- 4.687 casos de violencia policial y cerca de 100 personas con traumas oculares, mientras al presente existen 89 personas “desaparecidas”, de las que la Fiscalía no tiene ningún registro. Contrastando estas cifras, INDEPAZ presentó un listado, con sus nombres correspondientes, de 87 personas “víctimas de violencia homicida” durante el Paro. Por su parte, Amnistía Internacional ha documentado “las agresiones de grupos de civiles armados, quienes, acompañando a agentes de la Policía Nacional, y con su aquiescencia y tolerancia, atacaron a manifestantes y personas defensoras de los derechos humanos, constituyendo así expresiones de paramilitarismo urbano”(4).   

Así, con un manifiesto anacronismo y una maliciosa tergiversación de la verdad, el gobierno de Iván Duque -y de su omnipresente (pero no ya omnipotente) mentor e ideólogo, el expresidente Alvaro Uribe- ha proyectado frente a los jóvenes manifestantes en las calles colombianas la manida narrativa macartista de la “Seguridad Nacional”, con su corolario de la guerra contrainsurgente y el consecuente “aplastamiento” del “enemigo interno”. Esgrimiendo sin argumentos de peso esta lógica de acción guerrerista y autoritaria, el gobierno nacional se ha negado a conferir legitimidad al Comité de Paro, compuesto de las principales asociaciones sindicales en Colombia, organizaciones nacionales de estudiantes universitarios, asociaciones campesinas y diversos grupos ciudadanos, con una demostrada capacidad de convocatoria nacional. Menos aún ha conferido legitimidad a los jóvenes protestantes, negándose a un diálogo que implique reconocerles dignidad, autonomía, voz propia y capacidad de agencia política.     

En su multilateral y ponderado informe, la CIDH también registra “con preocupación”, en el marco de los sucesos de estos meses, “los ataques e incendios provocados al Palacio de Justicia de Tuluá, al Instituto de Medicina Legal en Popayán y a la Gobernación” (P. 31). Igualmente, esta prestigiosa institución interamericana señala que “se registraron denuncias sobre la infiltración de las protestas por parte de grupos o sujetos que han efectuado actos violentos y/o vandálicos durante el transcurso de las manifestaciones”. (P. 31). El informe de la Comisión también “condena el fallecimiento de tres integrantes de la fuerza pública en las manifestaciones, así como los 1.343 lesionados” (P. 32). Estos y otros registros similares de la CIDH permiten refutar la aseveración descalificatoria de miembros del Centro Democrático y del gobierno, acerca del presunto “sesgo ideológico” de este organismo de la OEA.   

 

“Es necesario aquí incluir, no a cientos sino a miles de profesores universitarios “de cátedra”, con maestrías y doctorados, pero sin estabilidad en su trabajo ni prestaciones sociales”

 

Los jóvenes colombianos: ¿un sujeto político y cultural?

Durante el Paro Nacional una afirmación repetida por muchos de sus participantes ha sido la de que los jóvenes colombianos buscan constituirse en un sujeto político. Podría afirmarse -como ha sucedido en otros momentos de la historia con las generaciones emergentes- que estos buscan lograr una “mayoría de edad”, su autonomía como grupo generacional. El Paro Nacional puede interpretarse como un “rito de iniciación”: colectivo, conflictivo, dramático y festivo, confrontativo y multitudinario. Se trata de pensar y actuar sin la dirección de los adultos, los partidos políticos, las iglesias o el Estado. 

Pero la experiencia histórica nos muestra que si bien los jóvenes han iniciado en varias ocasiones grandes cambios históricos, estos han tomado impulso y resonancia colectiva cuando otros sectores de la población se han vinculado, con entusiasmo y convicción, al clamor, la indignación y la esperanza de las nuevas generaciones.

Igualmente, se puede apreciar que sucesos históricos de hondas transformaciones, con perspectivas de mediano y largo plazo, han tenido lugar cuando las generaciones emergentes han buscado constituirse también como sujetos culturales, como lo expresaron, por ejemplo, movimientos juveniles de los efervescentes años sesenta del siglo anterior. Constituirse en actor cultural colectivo requiere plantear de manera convincente nuevas narrativas sociales y políticas, valores alternos y prácticas generadoras de nuevos relacionamientos sociales, para constituir, diríamos hoy día, ciudadanías incluyentes y alternativas. Sectores juveniles movilizados en el Paro Nacional han querido proponer al país un nuevo “pacto social”: por el buen vivir, la dignidad, la justicia y la igualdad de oportunidades. 

Las expresiones culturales se han manifestado en la “carnavalización” de muchas expresiones callejeras en estos eventos masivos, con la activa participación de jóvenes artistas quienes se han comunicado de manera imaginativa y contemporánea, con creativas expresiones de ironía y caricatura, acerca de personajes y acontecimientos de la política y la vida nacionales. El arte público ha sido muchas veces en el pasado, y puede serlo ahora, un generador de nuevas significaciones, sentires y pensares, esto es, de otras formas de “estar en el mundo”. 

 

“Esto ha sucedido de manera destacada con la Minga, presidida por los jóvenes de la Guardia indígena. Estos, con la autoridad serena de sus “bastones de mando”, han buscado proteger sus ordenadas manifestaciones, en primer lugar, de la violencia oficial, pero también de aquella propia de sectores ajenos a los marchistas.”

 

En estos meses de expresión masiva en Colombia, con propósitos políticos y culturales, en las calles y lugares públicos diversos colectivos sociales (varios de ellos con reconocida trayectoria), se han unido al Paro con entusiasmo y resonancia, para manifestar sus consignas distintivas agitando sus banderas, símbolos y cantos, para expresar la “unidad dentro de la diversidad” en el seno de las impresionantes manifestaciones públicas. Esto ha sucedido de manera destacada con la Minga, presidida por los jóvenes de la Guardia indígena. Estos, con la autoridad serena de sus “bastones de mando”, han buscado proteger sus ordenadas manifestaciones, en primer lugar, de la violencia oficial, pero también de aquella propia de sectores ajenos a los marchistas. Como lo expresaba un minguero: “Ante el fusil, la palabra. El bastón es el vínculo con la madre tierra, que nos ayuda a defenderla”.                    

Asimismo, han hecho presencia nacional en estos animados eventos, colectivos feministas compuestos de jóvenes mujeres activistas que han visibilizado, con ímpetu renaciente y nuevas modalidades, sus reivindicaciones y demandas históricas. Los grupos LGTBI también han tenido una expresiva participación. Por su parte, las “Asambleas populares” y las “Ollas comunitarias”, muy presentes junto a los jóvenes de la estigmatizada “Primera Línea”, han evidenciado diversas formas de organización informal logrando potenciar valiosas tradiciones de organización y resistencia popular en Colombia. 

También se ha asistido en algunas ciudades capitales y en las regiones, al establecimiento de “Mesas de diálogo” en donde representantes de varios gobernadores y de muchos alcaldes (elegidos por votación popular) se han diferenciado del gobierno nacional al sentarse a dialogar con los organizadores del Paro y, en especial, han comenzado a escuchar a los jóvenes, reuniendo también a representantes de la Iglesia católica, empresarios, oenegés y organizaciones sociales. 

Las ciudadanías activas, en este caso en su calidad de internautas, han participado de modo masivo enviando fotos y videos de diversos momentos del Paro Nacional, para visibilizar sucesos festivos pero asimismo agresiones de la fuerza pública a manifestantes pacíficos. Muy significativa ha sido la presencia de medios independientes de comunicación, que han conferido voz y visibilidad a diversos partícipes de estos acontecimientos de reivindicación nacional. 

 

“Ante el fusil, la palabra. El bastón es el vínculo con la madre tierra, que nos ayuda a defenderla”

 

Debe resaltarse finalmente, en la dimensión político-cultural del Paro, la activa participación de las universidades públicas, y de algunas privadas, en todo el país (que buscan romper la criticada “torre de marfil” académica), las cuales han acompañado reivindicaciones del Paro Nacional, proyectando los saberes de sus profesores y estudiantes en la construcción de propuestas públicas que han sido renovadoras, fundamentadas y viables. Entre otros referentes, señalemos cómo un grupo de economistas egresados de la Universidad Nacional de Colombia ha planteado ideas plausibles para una reforma tributaria, de corte democrático y redistributivo(5). 

Como pocas veces en su conflictivo devenir como Estado Nacional, Colombia se halla ante una verdadera encrucijada histórica. Desde el bloque en el poder se intenta una salida autoritaria, militarista y plutocrática, basada en la explotación del miedo y la desinformación, evitando a toda costa la realización de pospuestos cambios estructurales en la sociedad colombiana. En contraste, desde sectores sociales y políticos alternativos -es cierto, de un modo aún fragmentado y embrionario- se ha planteado una salida dialogada e incluyente, para comenzar a gestar un auténtico Estado social de derecho, democrático y participativo, como había sido planteado ya en la Constitución de 1991. Asimismo, el reclamo por la Paz, y por el cumplimiento de los Acuerdos de la Habana, ha estado presente en reivindicaciones de diversos sectores presentes en estos eventos. 

Para esta imperativa “vuelta de tuerca” en la historia nacional, es necesario convocar a jóvenes, adultos y mayores, a citadinos y rurales, a clases populares y clases medias, en fin, a personas de todas las profesiones y diversas concepciones políticas para que se comprometan en transformaciones audaces y fundamentadas del actual modelo económico, de la representatividad del Estado, de las narrativas sociales, así como el replanteamiento radical de nuestra relación con la naturaleza y la invención de otro modo de estar juntos, sin obviar las diferencias y los conflictos propios de todo ordenamiento social. Pero sin que estos retroalimenten la espiral de violencias vividas en nuestra historia. Sí, los colombianos y colombianas tenemos derecho a “una segunda oportunidad sobre la tierra” ¡Otro mundo es posible!     

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1. Sociólogo, profesor universitario e investigador social.
2. Universidad del Rosario-El Tiempo-Cifras y Conceptos. Tercera medición de la gran encuesta nacional sobre jóvenes. Mayo de 2021.
3. Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Observaciones y recomendaciones al gobierno colombiano. Visita de trabajo. Junio de 2021. P. 7.
4. Santiago Torrado. “La policía siguió un “patrón violento” en las protestas de Colombia, según Amnistía Internacional”. El País. Madrid. 30 de julio de 2021.
5. Economistas Unacional. Carta abierta a los actores sociales de Colombia sobre la política tributaria. Bogotà. Junio 8 y 9 de 2021.