En estos tiempos de cuarentena debemos estar aislados para mantener nuestra salud, ya que nos vemos enfrentados a una gran amenaza invisible, nos encontramos en un momento en el que podemos tomar conciencia de las minúsculas cosas que configuran nuestra cotidianidad.

Los espacios, los elementos, las prácticas cotidianas, los rituales diarios, las palabras que decimos y la forma en que nos relacionamos con quienes vemos todos los días, nos dan cuenta que en nuestro día a día existen algunos lugares que consideramos propios y otros que, aunque los recorramos todos los días, no son nuestros. 

Los espacios realmente nuestros son los rincones a los que les damos un sentido especifico, los que consideramos un espacio sagrado, donde realizamos nuestros rituales de meditación o de descanso cotidianos; y no, no son rituales Religiosos ni espirituales, son las prácticas diarias que realizamos para sobrellevar la vida contemporánea.

 

Estamos en la entrada de un mundo postcatástrofe, un “mundo postCovid-19”.

 

El lugar que uno siempre ocupa en el comedor familiar, la esquina del cuarto en la que uno se sienta a leer, aquella esquina de la cama donde uno se acuesta para pensar o aquella ventana por la que nos asomamos para observar la calle. Es necesario tomar conciencia de esos lugares, no porque los vayamos a dejar de lado, todo lo contrario, necesitamos apropiarnos de estos lugares y darnos cuenta que la vida cotidiana debe ser matizada por la luz que uno utiliza leer, por la luz que reflejan los televisores, por el color de las paredes del cuarto, etc., y empezar a rastrear todos estos minúsculos elementos que nos permiten tener una cuarentena más llevadera junto a las personas con quienes convivimos a diario y con quienes compartimos nuestros lugares.

Estamos en la entrada de un mundo postcatástrofe, un “mundo postCovid-19”. En este mundo debemos preguntarnos, entonces, ¿cuáles son los valores fundamentales que se rescatarán? la economía va a cambiar, las formas en las que nos relacionamos van a cambiar y todo el sistema inminentemente va a cambiar, pero hay cosas que nos llevaremos, muchos esperamos que una de esas cosas sea la solidaridad; ya se ven ejemplos en los que las comunidades barriales se unen para apoyar a las personas más indefensas en cada uno de sus sectores, en Brasil, por ejemplo, al tomar medidas tardías, se generaron dinámicas donde el mismo crimen organizado de las pandillas creaban “formas” para acatar las medidas que aconsejaban las autoridades científicas en la lucha contra esta pandemia.

 

Tal vez no acercamos a un gobierno de la ciencia.

 

Claro que se puede encontrar ejemplos más cercanos, como algunas huertas comunitarias, economías colaborativas, redes de comercio directamente con los campesinos y muchas otras prácticas que han surgido o se han masificado gracias a esta crisis. Solamente falta un poco de comunicación con las personas que coexisten en nuestros entornos. 

Pero más allá de las dinámicas comunitarias y solidarias, hay que tener en cuenta las dinámicas subjetivas e individuales en las que entran, no sólo nuestros rituales, sino también nuestras creencias que no se limitan a lo religioso y espiritual, sino que incluye la vida cotidiana y la forma como las personas conciben las relaciones con los demás. 

Si estos elementos no se tienen en cuenta al momento de generar las dinámicas post Covid-19 estaríamos en riesgo de los autoritarismos que se han generado en esta crisis. Por lo tanto, es necesario tomar conciencia de nuestras configuraciones individuales, subjetivas, comunitarias y solidarias, para empezar, desde nuestros entornos domésticos y cotidianos, a guiar esa configuración de un sistema de relaciones económicas y sociales que será la base que sostendrá la visión del mundo que se acerca desde el horizonte lejano que empezará a surgir cuando empecemos a encontrar un fin a este momento crucial de la humanidad. 

 

El mundo va a cambiar

 

En este momento incierto nos podemos preguntar por lo esencial, qué es lo importante para cada uno, tomar conciencia de la importancia del arte y de la cultura, ahora exacerbada por los medios virtuales y virtualizados. Los detalles son importantes para nuestras vivencias cotidianas y en este sentido entra perfectamente la obra “El espacio en el espejo” del artista plástico Jonathan Chaparro. Obra que, a través del lenguaje fotográfico, nos enseña a tomar conciencia de las texturas, las luces, y los elementos que se encuentran en nuestro entorno domestico desde una estética casi nostálgica de los recuerdos de infancia. 

Entre ese espacio del espejo, ese (o esos) rincón que consideramos nuestro, esa nostalgia de los recuerdos, las artes y la simplicidad del aislamiento se encuentra la oportunidad de encontrar a nuestro yo real, aquel “yo” que no está mediado por la inmediatez de la relación con el “otro” y, aun mayor oportunidad, de darlo a conocer a través de la virtualidad.

El mundo va a cambiar, pero es nuestra oportunidad de moldearlo a nuestra voluntad, un cambio que tenga en cuenta el desarrollo de la ciencia y la educación, pero también la satisfacción de nuestros placeres y desarrollo de nuestras virtudes.

 

EN PORTADA:

Fragmento de la pieza (El espacio en el espejo - portal ll) del artista del mes Jonathan Chaparro