“Podría decir, señalar y cortar cada una de las partes de mi cuerpo que no quiero, que detesto, que me hacen dar náuseas y volver a esa relación profunda con el inodoro, que permite que le deposite todo lo que siento que quiero abandonar”. (Relato 1)

- Es sencillo decidí ser vaca y no tigre.

- Te he visto comer últimamente, no lo disfrutas, pero casi te atragantas.

- Si, así es, la anorexia no funcionó para morirme y dejar este cuerpo desastroso, espero algún día atragantarme, ahogarme y morir y dejar de sentir el peso de esta grasa” (Relato 2)

inevitablemente tenemos las que se dan dentro del consumo, esas que definen cuál es la medida perfecta, la pose que otorga el like

Trabajo con mujeres hace aproximadamente siete años, estas son las dos últimas conversaciones con una de ellas, que, a partir de un trastorno de la alimentación ha intentado morir de varias formas entre ellas: ahogarse con comida. 

Cuando hablamos del cuerpo tenemos algunas miradas estéticas, otras artísticas, pero inevitablemente tenemos las que se dan dentro del consumo, esas que definen cuál es la medida perfecta, la pose que otorga el like y finalmente, la aceptación de lo que somos, para por fin no tener que recibir recomendaciones no pedidas de dietas o ropa que disimule el cuerpo que tenemos, ese que la gente no quiere ver. 

El inevitable desnudo, reconocer el cuerpo, pero no querer tocarlo

Las modificaciones corporales no son solo aquellas que pasan por el bisturí, el quirófano, cortar, quitar, poner, implantar o la práctica agresiva que moldea el cuerpo, lo aprieta o lo encadena, cada pieza de tela, de ropa o la moda que acondicione el cuerpo para que clasifique en lo socialmente aceptado entra en la clasificación de adaptación/modificación que en su mayoría es nociva para la salud. 

 

LAGRIMAS SALADAS

“El inevitable desnudo, reconocer el cuerpo, pero no querer tocarlo, el asco que se desborda en lágrimas saladas que bien podrían darle sabor a la sopa del almuerzo”

Mirarse al espejo es el juicio diario. Vivir con un trastorno de la alimentación y si le cruzan algunas relaciones de esas que en la modernidad llamamos “tóxicas” puede ser de manera permanente una muerte en vida. 

al final cansa su intenso sabor, su dolor. 

El inevitable desnudo, reconocer el cuerpo, pero no querer tocarlo, el asco que se desborda en lágrimas saladas que bien podrían darle sabor a la sopa del almuerzo, es un asunto de cada día, antes de la ducha, en la ducha, después de la ducha, al escoger la ropa, al quitarse esa “pinta chimba” una y otra vez porque esa parte desagradable no se quiere ocultar y otra vez empezar a llorar y de paso a vomitar.

Hagamos un combo con esto, para ahorrarnos esfuerzos y evitarnos sueños.

El cuerpo, bajo un tratamiento estricto que vincula la relación emocional, física y mental, no puede desvincularse, no se trata de esconder el cuerpo o simplemente de dejar de sentir el placer de ser materia, tocar, vibrar, erizarse, abrazar.

El cuerpo bañado en lágrimas sabe a sal y la sal seca, se vuelve áspera, da sed, sí, da sabor, pero al final cansa su intenso sabor, su dolor. 

comer, vomitar, llorar, comer, vomitar, llorar, un ciclo que se repite tantas veces como las promesas de que vamos a parar

 

TENEDOR A LA ANSIEDAD

“La lucha nos deja en el suelo del baño, con un olor nauseabundo, bajando el agua de la cisterna, con el sabor de la crema dental en la boca, del enjuague bucal, de la vida yéndose de las manos y de la boca en las múltiples arcadas”.

Hay sabor…hay un sabor a náuseas, la emoción de la comida servida es definitivamente frustración, no querer comer porque luego vendrá el sabor de las náuseas, el ahogo infinito, las piernas que tiemblan, la lengua que se siente seca y ancha y ahogante, apretarse las piernas, tomar agua hasta botarla por la nariz, para sentarse luego y en la primera inspiración del aroma del plato humeante empezar una batalla de mil días, de mil vidas. El gesto no se niega, es inevitable lo que no es agradable al paladar no se reflejará en los ojos. 

la perdida de grasa, músculo, fuerza, anhelos en una vida que se va en suspiros

Cuando se tiene un trastorno de alimentación las peleas pueden ser interminables, comer, vomitar, llorar, comer, vomitar, llorar, un ciclo que se repite tantas veces como las promesas de que vamos a parar, pero no, la lucha nos deja en el suelo del baño, con un olor nauseabundo, bajando el agua de la cisterna, con el sabor de la crema dental en la boca, del enjuague bucal, de la vida yéndose de las manos y de la boca en las múltiples arcadas. 

Pareciera que no se notara, que nadie lo viera, la perdida de grasa, músculo, fuerza, anhelos en una vida que se va en suspiros, no es artístico, no es hermoso ante los ojos comunes, es doloroso, una vida que se mengua de a pocos jamás será vista amorosamente, se mira desde lastima, el pesar, la angustia, pero casi nunca como arte, es que no es un cuerpo intervenido para dar cuenta de la vida, en este escenario no es un performance, es muerte caminando lentamente, lamiendo la comida y volviéndola al plata, con su sabor es suficiente.

¿cómo es que no te das cuenta lo delgada que estás?

 

CUERPO, MENTE Y HAMBURGUESAS

La idea de control sobre el cuerpo, sobre lo que se siente, lo que se refleja ante el espejo, es un imaginario social, ¿cómo es que no te das cuenta lo delgada que estás? Esta es una de las preguntas que suele hacerse, asumiendo que la otra persona realmente no quiere darse cuenta de su condición, de su enfermedad, de su estado de salud, hacemos señalamientos y juicios por comer, no comer, dormir, no dormir, peinarse o no, y así vamos por la vida señalando lo que es o no agradable a nuestros ojos. 

No nos mintamos, existe una desconexión entre el cuerpo y la mente o mejor aún el espírtu, lo denominaremos: “el lugar en donde existe la hamburguesa”; han pensado en el privilegio de comer sin pensar que impacto tiene sobre el cuerpo, sobre la piel, sobre el qué dirán; esconderse para comerse no una sino dos, o tres, no alimentamos el cuerpo y mucho menos el espíritu, porque no es nutrición, no es un espacio de gozo sobre el placer de la comida en el paladar, como tampoco es placentero vomitar, dar reversa al sistema digestivo, anular el sentir, bloquear el pensamiento y así seguir caminando en una línea curva que se balancea entre la ansiedad y la constante sensación de perdida y ganancia, no solo de peso, de vida y muerte. 

El lugar de la hamburguesa no siempre es el espacio en donde se toma la selfie, no es un momento de intervención artística al cuerpo, no es siempre lo que queremos mostrar en las redes, porque detrás del like de aprobación vendrá el comentario desalentador. 

dar reversa al sistema digestivo, anular el sentir, bloquear el pensamiento y así seguir caminando en una línea curva que se balancea entre la ansiedad y la constante sensación de perdida y ganancia, no solo de peso, de vida y muerte.

 

DESENTIR

Hemos heredado teorías maravillosas como las de: “la insoportable levedad del ser”, pero también, una y mil formas de moldear el cuerpo, vayan, lo encuentran fácil en las redes, cuerpos que se ejercitan y sonríen y aparentan una felicidad, o lo niego, hacer ejercicio libera endorfinas y otorgan algunas transformaciones en la alquimia cerebral, pero no todo el mundo está feliz ejercitándose, no todos empiezan por el hábito constituido en la infancia. 

Un acercamiento al arte, al cuerpo intervenido que cuenta una historia, que nos posibilita ver cada parte como un todo y nos libera; la acción de ver el cuerpo no debe ser un producto del consumo de la modernidad, debe ser arte, cuerpo en agua, cuerpo vendado, cuerpo desvelado.

Los cuerpos que vomitan arrojan comida, emociones, sentimientos, males, lágrimas, pianos simbólicos que pesan en la espalda. 

Los cuerpos que desienten se alejan de su realidad, no están en el entorno, en el contacto, se vuelven invisibles y al final desaparecen.