La familia Gómez se encontraba en su casa en un pequeño pueblo en Los Andes de Colombia, lejos de las ciudades y de la tecnología moderna que se había apoderado del mundo. El sol ardiente del mediodía y el viento seco les recordaba que el mundo ya no era el mismo. Era el final del mundo, y ellos lo sabían.
El padre, José, era un campesino experimentado que había vivido toda su vida en esa zona. La madre, Ana, una mujer inteligente que trabajaba como maestra en una pequeña escuela local. Sus hijos, Juan y María, eran jóvenes que habían crecido en un ambiente rural, pero que habían desarrollado una pasión por la tecnología y la ciencia.
El mundo llegó a su fin. La razón no fue conocida, pero inició de repente una serie de desastres naturales, incluyendo terremotos, tsunamis y erupciones volcánicas que se produjeron simultáneamente en todo el mundo, sin una explicación científica clara. La sociedad colapsó rápidamente, y la familia Gómez había estado en su casa durante semanas, tratando de sobrevivir con los pocos suministros que tenían, no había donde obtener comida y en la zona no encontraban otros sobrevivientes.
"... sin embargo, ya no quedará nadie que continue estos legados"
En medio del caos y la desesperación, la familia empezó a tener conversaciones profundas acerca de la existencia y el sentido de la vida. José, quien había crecido en un ambiente religioso, se sumergió en la filosofía existencialista y nihilista que había leído en algunos libros viejos que había encontrado en la biblioteca local. Ana, por su parte, se inspiró en la naturaleza y empezó a hablar de la conexión entre la tierra y la vida.
Una tarde, mientras la familia trabajaba en su huerta, José sacó un libro viejo que había encontrado en la biblioteca local que lo llevo a preguntarse. "¿Qué importancia tiene lo que hacemos, lo que tenemos, lo que somos? En el gran esquema de las cosas, ¿qué importa nuestra vida?".
Juan, quien siempre había tenido una inclinación hacia la tecnología, argumentó que la existencia humana era importante porque era capaz de crear cosas nuevas y avanzar como sociedad. "La ciencia y la tecnología nos han llevado a lugares que antes parecían imposibles", dijo. "Podemos encontrar soluciones a los problemas más difíciles y hacer el mundo un lugar mejor".
María, quien se sentía más conectada con la región, respondió: "Pero la tierra y la vida son lo más importante. Nuestra existencia es importante porque es la forma en que nos conectamos con la naturaleza y las tradiciones de nuestra gente. Es por eso que nuestras vidas tienen sentido, porque estamos conectados a algo más grande que nosotros mismos, sin embargo, ya no quedará nadie que continue estos legados" y su rostro mostró una expresión de tristeza profunda.
"En el gran esquema de las cosas, ¿qué importa nuestra vida?"
La familia estuvo en silencio por un momento, reflexionando sobre las palabras de cada uno. Finalmente, Ana tomó la mano de su esposo y la apretó con fuerza. "Lo único que importa es que estemos juntos, como familia", dijo. "Eso es lo único que realmente importa".
La familia Gómez pasó sus últimos días juntos, hablando, recordando, riendo y llorando. Sabían que su tiempo se estaba acabando, pero no tenían miedo de lo que venía después. Se sentían unidos en su resignación a aceptar su destino.
Poco a poco, los suministros se agotaron y la familia se quedó sin comida ni agua. Se acurrucaron juntos en la casa, abrazándose y hablando en voz baja. Los días pasaron lentamente, hasta que finalmente, llegó el momento.
La muerte llegó para cada miembro de la familia de una manera diferente. Para José, llegó mientras estaba sentado en la sala de estar, leyendo un libro sobre filosofía. Para Ana, llegó mientras estaba acostada en la cama, hablando con Juan y María. Para Juan, llegó mientras estaba afuera, observando el horizonte y soñando con un mundo mejor. Para María, llegó mientras estaba cantando una canción que su madre le había enseñado.
- "Lo único que importa es que estemos juntos, como familia (...) Eso es lo único que realmente importa"
Pero lo que mantuvo unida a la familia, incluso en su muerte, fue la idea de que la vida tiene significado a través de la conexión con los demás. Aunque sus vidas individuales eran efímeras, la conexión que tenían como familia y con su entorno era algo más duradero.
La historia de la familia Gómez es un recordatorio de que el sentido de la vida no se encuentra en lo material o en las conquistas individuales, sino en la conexión con los demás y con el entorno. A pesar de la resignación de la familia a su destino final, su existencia tuvo un propósito mayor en el esquema de las cosas, los últimos sobrevivientes, resignados a su destino, los últimos de su familia, los últimos de su región, los últimos de su especie y los últimos que verán con nostalgia ese paisaje que siempre hizo parte de sus días y que pocas veces notaron.
Mientras todo se oscurecía, los cuatro miembros de la familia Gómez se sintieron unidos en su destino final. Cada uno tuvo un último pensamiento antes de que la muerte los consumiera por completo.
José pensó en todas las cosas que había aprendido a lo largo de su vida y en cómo su amor por la tierra había sido una de las pocas cosas que nunca lo abandonó. Ana pensó en su esposo y en sus hijos, y en cómo los amaba más que a nada en el mundo. Juan pensó en el futuro que nunca tendría y en todas las cosas que podría haber hecho si las cosas hubieran sido diferentes. María pensó en su madre, en las canciones que le había enseñado y en cómo extrañaría cantarlas con ella.
"su historia es solo una pequeña parte de un mundo que continuará girando sin ellos"
Pero a medida que se desvanecían, sus pensamientos, sueños y deseos desaparecían con ellos. Y aunque su legado viviría a través de todo lo que dejaron atrás, nadie recordaría sus nombres o sus rostros. El mundo seguiría girando sin ellos, y todo lo que habían construido se desvanecería en el olvido. La familia Gómez, es el reflejo de la humanidad que dejó de existir, el avance y las proyecciones que ya no se realizarán y se perderán en un mundo que no esperará a nadie, porque este mundo no tiene percepción del otro, solo es un cuerpo en medio de la nada que sigue sus ciclos eternamente.
Este mundo, sin humanos, tomó un rumbo natural después de la desaparición de la familia Gómez. La naturaleza se hizo cargo de la casa y del jardín, y los animales salvajes se movieron por allí sin preocuparse por el legado que habían dejado los seres humanos. Los únicos seres que existen ahora son los animales y las plantas, que se dejan llevar por sus instintos y sobreviven en un ciclo natural sin fin, sin sentido.
A pesar de que las cosas quedaron allí desvaneciéndose, nadie volvió a pensar en ellas como lo solían hacer. La vida continuó, sin que ninguna conciencia pudiera observarla, y el mundo siguió su curso sin importar lo que los seres humanos habían hecho en él.
La historia de la familia Gómez es un recordatorio de que, aunque la vida puede ser efímera e insignificante, se puede tener un propósito mayor basado en la conexión con los demás y con el entorno. Su existencia tuvo un significado más allá de su propia vida, y su legado vive a través de lo que dejaron atrás.
Pero en última instancia, su historia es solo una pequeña parte de un mundo que continuará girando sin ellos. La naturaleza se hará cargo de lo que han dejado, y el mundo seguirá su curso sin preocuparse por los deseos o los sueños de los seres humanos que alguna vez lo habitaron.