¿Qué más? Mi nombre es Marlon Gómez, soy trabajador en una tienda de ropa muy famosa en Bogotá, es de esas que son caras, de chaquetas y pantalones de marca, trajes de corbata y bóxer, faldas a la moda y vestidos conservadores. La gente viene mucho a ver, siempre a ver, “estoy mirando”, dicen, “si algo yo le aviso ¿cómo es que es su nombre?” repiten una y otra vez. A veces llegan clientes a comprar, se llevan camisetas, camisas, zapatos, pantalones para la tía, la suegra, el hijo. Que para la fiesta de grado, el cumpleaños, en fin. Se vende muy bien, a la larga, al menos ellos, los jefes que nunca he visto, los dueños, son los que ganan.
A mí me dan un mínimo y lo demás es comisión, eso quiere decir que si no vendo pues no gano, entonces me toca estar re pendiente detrás de los clientes a ver si se llevan, aunque sea, un par de medias. Mi trabajo es duro, me toca llegar a la tienda, que queda en Unicentro, a las 10 de la mañana y salgo a las 10 de la noche. Eso sí, no puedo llegar tarde; me toca llegar incluso hasta media o una hora antes para estar listo a entrar a trabajar. Entro por la bodega, no por la puerta principal, entonces mientras le doy la vuelta al centro comercial y me abren, pues se me va como media hora nada más ahí. Y son muy cansones con eso de marcar tarjeta, me han dicho mil veces que si yo llego tarde es una perdida para la empresa pero ¿Y qué hay de mi tiempo? Todos los días les regalo una hora, que no me pagan, cambiándome y esperando que me abran la puerta de esa bodega para entrar a mi trabajo ¿Es que esa hora que podría pasar durmiendo o con mis hijos no vale? Pero yo mejor me quedo callado, no puedo arriesgar el puesto. Además, uno como que se acostumbra, entre las esperas en Transmilenio, las dos horas de viaje desde Soacha, que es donde vivo, y los regaños, uno como que se amansa. Yo pienso es en la plata, que con eso es que como yo, mi mujer y mis hijos.
si yo llego tarde es una perdida para la empresa pero ¿Y qué hay de mi tiempo?
En esa tienda son súper estrictos, me quitan el celular cuando entro, se lo queda la cajera, que sí puede meterse en whatsapp todo el día, igual que el administrador, son los que más joden y los que menos hacen. Además, como yo soy vendedor, bueno, asesor comercial; cargo rimbombante para que uno no se sienta mal, no me puedo sentar en todo el día porque me toca estar de pie y recto en mi sección, hasta para ir al baño me toca pedir permiso, es que el cliente es lo más importante y si uno no está ahí para atenderlo puede perderse la venta, y eso no aguanta, ni para mí ni para nadie, entonces me aguanto. Además, me toca estar todo el día doblando la ropa que los clientes desordenan, a veces no es tan malo, al menos me entretengo haciendo algo, pero cuando les da por joder con ese radio que nos dieron, es lo peor. Ahora siempre están diciéndome que no hice, qué me falta y por qué estoy mal; yo puedo estar haciendo todo el día bien las cosas, pero son los errores los que ven, a uno aquí muy rara vez lo felicitan por algo, a lo mucho, cuando uno vende mucho, pero también es un problema porque esperan que sea así siempre y si uno se baja pues lo regañan. Todo lo que escucho en la tienda son regaños y prohibiciones, yo aquí no soy feliz, pero tampoco lo sería en otro lado ¿al fin y al cabo no dicen que el trabajo lo hizo Dios como castigo?
Además, si lo pienso bien, no es tan mala la empresa, me pagan a tiempo, eso sí, nunca se retrasan con la quincenita; gracias a Dios. Y pues no gano tan mal, un mínimo es bien, y como comisiono siempre sube un poquito el sueldo. Aunque a veces lo amenazan a uno con quitarle las bonificaciones si se hacen las cosas mal, o sea, dejar comida en el locker o no doblar la ropa para dejarla guardada ahí mismo, pero como ya les dije, uno se acostumbra y ya después se hace más fácil todo.
el trabajo lo necesito, así que mejor me aguanto
Cuando salimos de la tienda siempre nos requisan, apenas nos miran el bolso y ya, pero la orden de verdad es otra, nos toca abrir todos los bolsillos de la maleta, nos toca subirnos la camiseta para mostrar que no os llevamos dos, lo mismo con los pantalones y hasta con los bóxer. Uno se siente como un ladrón, como en una cárcel, además a eso súmele que no podemos salir de la tienda hasta que se acabe el turno. Hay días que son interminables. Pero me imagino que toda esa jodedera será por algo, ya habrá pasado por aquí el tipo o la vieja que se habrá llevado sus cositas, jajajajaja. A veces pienso que hasta se lo merecen, pues por jodidos, si me ven como a un ladrón pues serlo pa’ que afinen, Pero después me pongo a pensar y el trabajo lo necesito, así que mejor me aguanto.
Bueno, yo mejor lo dejo aquí, porque si me ven mucho rato hablando con usted me regañan, aquí uno no puedo hacer visita, son pérdidas para la empresa. Chao.