Fue Dios quien te violó
Su mano la que te levantó la falda,
Ahogó tus gritos y se incrustó en ti.
Fue Dios quien te violó.
Como ladrón que viene en la noche
Derramando su gracia en tu humillación.
Salivando con divina sorna
Lanzando ese aliento que te escuece
La memoria, la inocencia, la confianza
¡Remedo de semental!
¡Bestia pueril de mediocre osadía!
Al ritmo de las embestidas, minando tus ojos
Secando tus lágrimas que ya no afloran,
Que están exhaustas.
Apretó su cara contra la tuya,
Esa, la faz divina del que habrá de bajar
Ataviado de sol, todo báculo de oro
Ojos de fuego y lengua de culpa
Él, el uno y el todo, penetrándote a la fuerza
Mientras los moretones se reían de tu fe.
Fue Dios quien te violó, mujer
Niña, hija, hermana.
Su voluntad divina como
Lenguas de serpiente
Que te ultrajan más que su pene
Que sobre tus hombros posan
El fétido monolito de un machismo cobarde
“Fue tu culpa” Repiten.
Y tu vágina, de pronto, se siente más sucia.
Dios, el que te hizo querer arrancarte la piel
Buscando deshacerte de su olor
De la pestilencia del Hijo del Hombre.
Que sació su carne en tu carne
Hirvió su sangre con tu sangre
Y, perdonados todos los pecados,
Se alejó de la cama y se subió los pantalones.
La verga omnipotente ya flácida.
Dándote la espalda por fin,
Alejando ese rostro que no vas a olvidar.
Él, que todo lo sabe, lo sabía
Vio la herida en tu mirada,
Esa misma que ahora infectada de ira,
Como zarza ardiente, quema y no se consume.
Te han enviado cargando la cruz,
Te han clavado a ella al son del orgasmo ajeno
Se rasga el himen, el manto
Tiembla el cielo de ira
Te llevan al sepulcro.
Mujer, correrás la piedra
A tu regreso del infierno
Y los susurros del demonio en tu hombro preguntarán
“¿Dios por qué nos has abandonado?”
Dibujando una sonrisa en tu boca,
Pues todo se perdona
Pero nada se olvida.