De mohosas catacumbas se alza lo que sangra
Repta, se desliza, derramándose escalofriante desde la nuca
Nos observa, y no lo vemos, nos define, inconcebible.
El tentáculo de la calígine, nos define, inconcebible.

Lo divino se lamenta, compadece lo que infecta
Lanzando letanías por lo deforme, lo grotesco, lo terrible
Lo monstruoso, nos define, inconcebible.

Grita la voz del asco ante los miembros mutilados
Que acarician al que huye de quistes terciopelo
Lenguas codiciosas copulan agujeros putrefactos
Sobrecogedor alarido, dolores hacia el cielo.

Si no merece la enfermedad lo terso
Si no anhela lo que hiede, lo bello
Si ni doncella, ni epifanía surgen de la alcantarilla
Se pudre la Ciudad de Plata sin el deseo del infierno.

En el oído una húmeda falange incómoda se inmiscuye
Y la cobardía, débil, se estremece en la ignorancia
¡Horrores! ¡Medusas malformadas! ¡Inacabadas criaturas!
Amarlas no sería suficiente
Destruirlas, pecado mortal.

Desea, voluntad, tus voluptuosos terrores
En ellos sumérgete plácida
Llora la sangre del asombro
Y abraza la calígine
Que nos define, inconcebible.