Me despierto temprano, antes del amanecer, con la energía de quien sabe que tiene una tarea importante por delante. Hoy tengo que ir al colegio público de Bogotá donde trabajo como maestro. Sé que el día será duro, pero siempre he creído que la educación es la llave para salir de la pobreza y la desigualdad.
Salgo de mi casa y camino hacia el colegio. El barrio es humilde, la mayoría de las casas son pequeñas y están hechas de ladrillo, la calle está llena de basura. Hay muchos niños jugando, algunos ya van camino al colegio.
Cuando llego al colegio, me encuentro con un panorama desolador. El edificio es viejo y está en mal estado. Hay pintadas en las paredes, los baños no funcionan bien y la mayoría de las aulas se quedan pequeñas para la cantidad de estudiantes. Los estudiantes están en el patio, algunos juegan fútbol, otros hablan con sus amigos. Pienso en las condiciones en las que estudian estos niños y me siento triste.
“las aulas se quedan pequeñas para la cantidad de estudiantes”
Me dirijo a mi aula y preparo mi lección para el día de hoy. Vamos a hablar sobre la desigualdad social, tal vez ni siquiera les interese el tema. Sé que es un tema difícil de entender para los estudiantes, pero creo que es importante que sepan la realidad en la que viven.
Cuando entran mis estudiantes al aula, siento una mezcla de emociones. Me alegra ver sus caras sonrientes, pero también me duele pensar en las dificultades que enfrentan en sus vidas diarias. Algunos de ellos vienen de hogares desestructurados, otros han perdido a un padre o a una madre. Algunos no tienen suficiente comida en casa.
Empiezo la clase explicando las diferentes formas en las que se manifiesta la desigualdad en nuestro país. Les hablo de la falta de oportunidades, de la discriminación y de la brecha entre ricos y pobres. Les muestro algunas cifras y gráficos para que puedan entenderlo mejor.
“Vamos a hablar sobre la desigualdad social, tal vez ni siquiera les interese el tema”
Mientras hablo, noto que algunos de ellos se sienten identificados con lo que digo. Una niña levanta la mano y me cuenta que su padre perdió el trabajo y que su familia está pasando por una situación difícil. Un niño me dice que su madre trabaja todo el día y que no tiene mucho tiempo para estar con él.
Me doy cuenta de que, aunque es difícil para ellos entender la complejidad de la situación, tienen una comprensión innata de la desigualdad. Han visto las diferencias entre sus vidas y las de sus vecinos, y saben que hay algo injusto en todo eso.
Después de la clase, hablo con algunos de mis estudiantes. Me cuentan sus historias, sus sueños y sus miedos. Me impresiona su fuerza y su determinación, a pesar de las dificultades que enfrentan. Me siento afortunado de poder ser parte de su vida y de ayudarlos en lo que pueda.
“Me cuentan sus historias, sus sueños y sus miedos”
Al final del día, salgo del colegio con una sensación de esperanza. Sé que la labor de la docencia en estas zonas es difícil, pero también sé que es importante. Cada día que trabajo con mis estudiantes, veo que tienen la capacidad de cambiar sus vidas y las de sus comunidades.
Caminando hacia mi casa, pienso en las diferentes subjetividades que se entrelazan en el aula. Cada estudiante tiene su propia historia, sus propias emociones y pensamientos. Como maestro, es mi responsabilidad estar atento a cada una de ellas, a fin de poder apoyarlos en su proceso de aprendizaje.
También pienso en la dificultad de la labor docente en estas zonas. La falta de recursos y la violencia son solo algunas de las barreras que enfrentamos. Pero a pesar de todo esto, sé que cada día que paso en el aula, estoy haciendo una diferencia en la vida de mis estudiantes.
“me siento agotado pero a la vez satisfecho”
Al llegar a mi casa, me siento agotado pero a la vez satisfecho. Sé que no he solucionado todos los problemas de mis estudiantes, pero he plantado una semilla de esperanza. Los he motivado a creer que pueden lograr lo que se propongan, a pesar de las circunstancias adversas.
Me siento agradecido de poder trabajar en la educación pública. Sé que, a pesar de todos los desafíos, estoy ayudando a construir una sociedad más justa e igualitaria. Una sociedad en la que cada persona tenga acceso a la educación de calidad, independientemente de su origen social.
Mi día en el colegio público de Bogotá ha sido una mezcla de emociones. He sentido tristeza por las dificultades que enfrentan mis estudiantes, pero también alegría al ver su capacidad de superación. He comprendido la complejidad de la desigualdad en nuestro país, pero también he sentido esperanza al ver la voluntad de mis estudiantes de cambiar su realidad.
Por eso, seguiré luchando por una educación de calidad para todos. Creo que es la llave para construir una sociedad más justa e igualitaria, donde todas las subjetividades sean valoradas y respetadas. Y aunque la tarea no sea fácil, sé que valdrá la pena.