Filosofar en Abya Yala.
El que piensa pasea en la montaña,
La reflexión se viste de ruana,
La madrugada abraza la sabiduría
Y el campesino la vuelve poesía.
Nos mirarán de reojo,
Desde sus tronos preguntarán
¿Qué hacen esos indios?
¿Qué tanto pensarán?
Se existe simplemente,
Se vive en el mero-estar,
Se reflexiona lo cotidiano,
No hay una sola forma de filosofar.
El problema es el cómo acercarse a esa sabiduría y a las reflexiones cotidianas de la filosofía latinoamericana, sin llegar a imponer una forma de pensar netamente racional o tradicional, o peor aún, caer en una actitud de indiferencia académica, que observa a los otros como si fueran simples objetos de estudio, como culturas para postales y fríos ensayos de etnología. Hay otra tendencia al acercarse a las culturas indígenas, y es la que explica Estermann en el capítulo de Filosofía andina, Una interculturalidad difícil, que consiste en buscar el purismo cultural, en rescatar la pureza de las culturas; pero hacer eso conlleva a convertir la forma de pensar del indígena en piezas preciadas de museos. Estermann dice que puede ser comprensible, pero no deseable, ya que ninguna cultura es pura. Pues “la cultura viva consiste, sobre todo, de personas y grupos que transforman, evolucionan, interpretan y adaptan su “universo simbólico”, de acuerdo a las necesidades y objetivos existentes” (Estermann, 2009: 310). Entonces surge la necesidad de un diálogo intercultural, desde el cual las interpretaciones de culturas externas serán eso, siempre interpretaciones y no condiciones que delimiten la manera de reflexionar. Es necesario ese diálogo intercultural, pues los conocimientos que se adquieren en la academia no son suficientes para llegar al sentido de las cosas, las situaciones o las experiencias. Hay que salir de la zona de confort, de la objetividad que “nos permite la comodidad de sentirnos turistas en cualquier lugar” (Kusch, 2000: 218), ello viene a ser una de las tareas de la filosofía latinoamericana para superar el enfoque limitado de la razón dualista impuesta por occidente.
La reflexión se viste de ruana
Este diálogo es una alternativa a la dicotomía y antagonismos propios de la filosofía occidental. Se debe guiar en el principio inclusivo de la lógica andina “tanto lo uno como lo otro” (Estermann, 2009: 315). Hay una riqueza cultural en lo latinoamericano, no vista como un dato, sino como integración de diferentes formas de pensar. Entra aquí el mestizaje, no visto desde lo peyorativo, desde lo racial, sino como una forma de vivir. Para Kusch el mestizo, al igual que el indígena hiede, y ese hedor es el del mero-estar, es el retorno a la interioridad, es un reinicio. El latinoamericano aún se pregunta ¿por qué se está?, ¿por qué se continúa?, ¿por qué se es vida y no más bien muerte?, es retornar al antiguo camino de la humanidad. “Es el destino de América: la comunidad y la reintegraci6n de la especie. Así lo expresa -aunque con otras palabras-, el mismo yamqui Santa Cruz Pachacuti.” (Kusch, 2000: 254). En pocas palabras: volver a ser humano.
Teniendo en cuenta las crisis del siglo XXI, las relaciones culturales de los pueblos, para Estermann, llegarán a causar conflictos determinantes. Ello ya lo podemos ver con los fenómenos migratorios a causa de los problemas políticos y económicos de algunas regiones. “La globalización de la economía y de la información no hace desaparecer las diferencias culturales, sino las agudiza y puede llevar a fundamentalismos hasta ahora desconocidos.” (Estermann, 2009: 317). Por ello la necesidad del diálogo intercultural creativo e innovador, sin dogmas, para así intentar no excluir y desmarcase de las imposiciones hegemónicas y unidireccionales. “El caso de la filosofía y cultura andinas, solo es posible a través de un verdadero diálogo intercultural” (Estermann, 2009: 316). Dentro de este diálogo se empieza a distinguir las culturas dominantes de las dominadas, provocando la toma de conciencia sobre los escenarios inhumanos, desiguales y violentos. Panorama en el que el ser humano deja de ser creador y se vuelve consumista víctima de un mercado que intenta unificar lo estético y cultural. Pero es en este punto en el cual se pueden movilizar fuerzas de resistencias de los pueblos, lideradas por movimientos étnicos. “La filosofía como cualquier participe en este proceso- puede prestarse a la empresa supercultural, pero también al diálogo intercultural” (Estermann, 2009: 318). La filosofía andina no será vista entonces como algo exótico y curiosos, sino como una profunda reflexión práctica que apunta a lo humano y cultural. Para Estermann es muy importante la simpatía para dinamizar este diálogo, pues es necesario darle la palabra al runa/jaqi –ser humano andino-.
La filosofía andina no será vista entonces como algo exótico y curiosos, sino como una profunda reflexión práctica que apunta a lo humano y cultural.
Siguiendo el pensamiento de los indígenas, dice Juan Cepeda (2012) que en sus lenguas se ha apalabrado el ser, pero de formas no convencionales, pues el verbo ser se usa de diferentes maneras. Entre estas formas está la poesía para hablar de la verdad de origen divino, el cual se expresa en la metáfora, en el simbolismo como expresión metafísica. Se apalabra el pensamiento, por ello:
Se hace necesario estudiar todos los factores culturales, históricos y aún filosóficos que hay detrás de la formación léxica de cada lengua para poder evidenciar de manera más justa y adecuada a su realidad los usos que han devenido en la práctica del lenguaje cotidiano propios de cada comunidad lingüística. (Cepeda, 2012: 37).
A partir de aquí se da la entrada a la música campesina, a la carranga que es característica del altiplano cundiboyacense. Dentro de este género musical campesino, nacido del mestizaje propio de esta región colombiana, hay poesía o coplas que hablan de la cotidianeidad.