Los cantares de la carranga

La carranga le canta a la existencia
y a todos los colores 
que el campesino ve en ella,
no todo es rosa, ni negro, ni gris.

La carranga es la vida que se expresa,
es la muerte que deambula,
es el amor de una mocita,
es el dolor de tu partida.

Dice el maestro Velosa:

"Informalmente, hemos ido llegando a lo que hoy se conoce como MÚSICA CARRANGUERA, que como ya lo hemos dicho por ahí, es canto, pregón y sueño, pensamiento, palabra y obra; un amor cotidiano con la vida y sus querencias y un compromiso con el arte popular." (Velosa, 2009: 3)

 

“a partir de lo tradicional amasado con lo cotidiano y la creación colectiva y personal”

 

La carranga expresa el estar-ahí y conjura la realidad por medio del canto, de la copla, del baile. Es pensarse y vivirse por medio de la música campesina. Es tan importante, pues la carranga arropa, muestra y expresa la identidad de ser humano andino del interior del país, “a partir de lo tradicional amasado con lo cotidiano y la creación colectiva y personal” (Velosa, 2009: 3). Es la poesía campesina en la que, como dice Heidegger, se manifiesta el ser. “Las carrangas le cantan al campo y a su cotidianidad incluyendo, lógicamente, las situaciones traumáticas o de algún tipo de violencia que se pueda presentar pero sin elogiarla, sino a modo de comentario y en ocasiones de denuncia.” (Panoe, 1999: 89). Es estar yecto en el mundo, arrojado en medio de la existencia. Kusch afirma que tener conciencia de ello nos muestra que la muerte y el caos no son ajenos a la existencia, que “nos da la muerte y sin embargo ahí estamos, como conversando con ella” (Kusch, 2000: 247). Se busca la conciliación no el temor, volver a los grandes problemas, hablar nuevamente con el caos, observar la lucha de los contrarios, vivir el drama de la existencia.

Cuando me muera no quiero lagrimones,
ni lutos, ni alabanzas, de esas que ya pa'qué.
Yo lo que quiero es que se arme una parranda
de las que no se olvidan ni cien años después.

Que todos saquen pareja pa' bailar,
que en la otra vida de pronto no hay lugar,
y que la cuenta se la pasen a otro
porque el que pone el muerto no debe poner más.

Cuando la flaca me libre de este mundo
no quiero que se pongan en gastos por joder,
yo lo que quiero es que beban, que me bailen
que me güelvan canciones y que me parrandién.

 

La tragedia hace parte de la existencia, pero la carranga también hace una crítica social

 

La estrofas anteriores son de la canción de Ni luto ni lagrimones de Velosa, en ella se puede evidenciar ese trato con la muerte del campesino, de no pensarla como un tragedia absoluta como lo es en la ciudad, que muestra Kusch en América profunda. La ciudad es el patio de los objetos, construido para el ser-alguien, por lo tanto negar el estar-ahí. Ese ser-alguien se oculta de lo que puede ser malo para la existencia, por ejemplo, la desgracia o la muerte, mientras que el indígena no niega el miedo a los fenómenos naturales, sino que lo conjura por medio de la celebración simbólica de los rituales. El campesino por medio de la carranga conjura el miedo, no lo niega, lo baila, lo brinca e incluso lo celebra con una buena tutumada de chicha. La vida del campesino colombiano no es nada fácil, el abandono estatal hace que sufran las inclemencias de una economía desigual, haciendo que ellos lleven del bulto, “Aquí me tienen con mi bulto arrastrando/Como quien dice llevando de la vida/Pero las penas las bailo y me las gozo/Pues si le doy reposo me ganan la partida” (Jorge Velosa y Los Carrangueros, 2015: llevando el bulto). No habiendo más que hacer el dolor se parrandea 

La tragedia hace parte de la existencia, pero la carranga también hace una crítica social, pues muchos de los campesinos y carrangueros tuvieron que abandonar sus tierras por culpa de la violencia que se vivió en los campos de Colombia. El desplazamiento es la nostalgia que está presente en las letras de la carranga, muchas de sus canciones hablan de la falta que les hace la tierrita y de la tensión que hay entre el campo y la ciudad.