En Bogotá entrar al mundo del arte es cada vez más fácil y no estoy hablando de hacer cuadros hiperrealistas o de hacer unos excelentes dibujos, hablo de ese arte que se encuentra legitimado y que parce tener unas fronteras que son difíciles de cruzar para la mayoría de personas.

Podría decirse que esas fronteras realmente existen, categorizarlo así es útil para los estudios sociales, así se puede generar un análisis sobre las personas que interactúan en el arte, la política o la academia. Los que conocen el tema sabrán que esos espacios son llamados campos y que el principal referente para este tipo de estudios es Pierre Bourdieu, sin embargo mi objetivo aquí no es hablar sobre la teoría de uno u otro autor, lo que quiero mostrar es como esos campos se están transformando a través de espacios destinados a la formación no convencional.


Resultado de un ejercicio de conceptualización en la academia A3, Fotografía: Mario Neuta

Es común ver la escena de una persona en la calle haciendo un dibujo en el piso,  publicando una excelente fotografía en su blog o realizando perfectamente una escultura que debe vender para sostenerse económicamente de una forma austera, pero contrastándolo, en una galería de arte se encuentra obras que, a primera vista, podrían ser un punto en una hoja de papel o una pila de basura, que son vendida por millones.

La pregunta entonces se nos muestra obvia, ¿no debería exponer en las galerías de arte quien realiza las piezas más imponentes y estéticas en lugar de quien realiza una abstracción difícil de entender para la mayoría de personas?

Este escenario nos muestra que para muchas personas aún hay incógnitas acerca de lo que es el arte, si bien la técnica es importante, no es lo único que hace que una pieza sea considerada “arte”,  existen muchos elementos más que influyen, uno de ellos y casi el más importante (desafortunadamente) es la misma persona quien es el autor de dicha obra. Es decir, no es lo mismo una obra hecha por un ama de casa que una obra hecha por una persona que posea reconocimiento, no importa que el tema sea el mismo, que la técnica sea similar y que el resultado sea casi idéntico, incluso sí la primera se pueda considerar mejor. Para una exposición tendrá más peso la segunda. 

Esta problemática es vista desde muchos lugares como algo que se debe cambiar, uno de esos lugares es la Academia A3, ubicada en el barrio San Felipe en la ciudad de Bogotá. Sé de esta academia no solo por ser un ex alumno, sino porque ha sido objeto de algunas pequeñas investigaciones de mi parte. Allí el maestro franklin Aguirre se preocupa por abrir espacios a personas interesadas en el arte que no cuentan con la formación suficiente para ser considerados artistas dentro un campo que aboga por el cumplimiento de ciertos estándares.

Las dinámicas son sencillas en este taller independiente, allí no hay notas, cada persona va a su ritmo, las sesiones son casi personalizadas, se entra en un ambiente de amistad, donde las dudas se despejan con ayuda del maestro o de los propios compañeros, nunca hará falta el café y algunos bocadillos. Hay  sesiones prácticas donde se explora la técnica para realizar piezas estéticas y sesiones teóricas donde se combina la práctica con movimientos artísticos y problemáticas actuales.


Fotografía: Mario Neuta

A primera vista pareciera que no existen diferencias entre esta academia y algunas otras que innovan la forma de enseñanza, pero no es así, allí se vive realmente inmerso en el mundo del arte, se puede vivir como es una exposición en una galería de arte, no importa quien sea, si llega a un punto en que se pueda exponer se hará, además de presenciar de primera mano como son las dinámicas del mundo del arte, quienes son los artistas que actualmente se encuentran en el medio, incluso conocerlos, esta academia, sin ser oficialmente reconocida como centro de educación, se ha ganado el estatus de formadora de muy buenos artistas dentro del campo. 

Por eso podemos decir que la academia A3 es un espacio In-Usual.