El siguiente texto es una transcripción del relato de una vendedora, que se enmarca en una investigación sobre ventas informales en Bogotá:
Mi nombre es Nubia Ruiz, ubicada en Fontibón localidad nueve del Distrito Capital de Bogotá. Inicio mi rutina a las cuatro y media de la mañana, como cada semana, sin dormir tanto y aún un poco cansada; levantó a mi pequeño hijo para alistarlo y llevarlo al colegio, descanso cinco minutos en la cocina de mi casa, me fumo un cigarrillo y acompañada de un tinto.
Seguido de eso, como a las seis y media de la mañana, empiezo a calentar el agua para lavar los termos en donde preparo cada día el café, maicena, tinto, aromática, agua panela y otros, me toca emprender mi viaje hacia el centro de Fontibón para conseguir las cosas que necesito para trabajar los ingredientes de la comida y de las bebidas súmele a eso que también vendo cigarrillos, dulces y demás cositas para sobrevivir.
Diez de la mañana y ya estoy colocando las ollas en el fogón para las bebidas, tipo once la mañana ya inicio a preparar la comida junto con mi hermana, asamos las arepas, la carne para las hamburguesas, el chorizo para los chori-perros y los burritos también, además soy madre de dos hijos entonces debo dejar preparado el almuerzo y cena del día.
Cuatro de la tarde lista para llegar a mi punto de trabajo cerca al aeropuerto el dorado, comienzo a desempacar las cosas y mirar que no estén los policías en 18 años de trabajo me ha tocado correr, esconderme, esperar pacientemente hasta poder empezar a vender, situaciones que también me han generado multas que he apelado en cada ocasión. En el momento en que puedo trabajar tranquilamente, empiezo a vender, mi público en específico son los taxistas y carros particulares además de una u otra persona que pasa. Existen días en los que no hay ni taxistas, ni carros, ni gente y me toca devolverme a la casa con las cosas pero siempre dispuesta a que el siguiente día será mucho mejor.
Es importante para mí resaltar que a pesar de las enfermedades que me ha ocasionado el ser vendedora ambulante sigo amando cada día mas mi trabajo, a pesar de ser mi rutina diaria y de lo difícil que es vender así, sigo cada día sobreviviendo y dando lo mejor de mí.