Texto realizado originalmente para la ponencia en el "XI Simposio Filosofía, Lenguaje, Literatura." realizado en el mes de noviembre de 2021, a cargo de la Vicerrectoría de Extensión y Desarrollo Social y del Programa de Filosofía de la Universidad del Quindio. (Nota del editor; Revista IN-usual)
Resumen.
El presente ensayo no tiene una intención distinta a la de honrar la polifacética y críptica escritura borgiana y, por tanto y como no, la muy discurrida pero siempre interesante idea de pensar el saber filosófico y político en un Borges que de forma radical blandió las banderas de la literatura. Borges, maestro de la fina ironía y de un humor agudo contrastable con la densidad de su estilo de escritura, introdujo en su vasta obra multiplicidad de temas donde la imaginación y la ficción, coquetearon no pocas veces con tesis gnoseológicas, ontológicas, del devenir, del lenguaje, de los paralelismos, palimpsestos, conducta humana y más; enriquecidos con una erudición paladeable que ha fascinado miríadas de posibilidades hermenéuticas que giran en laberintos, gravitan en distintos universos, se precian del desprecio de la memoria y como guiño metafísico: se imaginan el paraíso como una especie de biblioteca.
Borges, la filosofía y la política.
"La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene."
Jorge Luis Borges.
Hablar de Borges, por antonomasia, implica hablar del poeta, del ensayista y del narrador: tres emanaciones ampliamente distinguidas de la gran personalidad borgiana. La brillante pluma de origen argentino tenía virtudes que allende de la exquisita erudición, hicieron de la ficción un escenario para que la iconoclastia del conservador anarquista, quien abjurando de todo dogma como una expresión dialéctica en clave paradójica, -expresión que a diferencia de la platónica, hegeliana o marxista no sintetiza, no genera novedad de la unión de contrarios como concreción ideal de un concepto, sino que es apertura al suspenso como aspecto fundante de los caminos del pensamiento- se hizo universal y esto en una acepción de una amplitud laberíntica, ajena a los criterios de una racionalidad lineal, re/significante a tal punto que la única forma en que podía defender una posición filosófica y política, era en los entramados de un pensamiento que en la superficialidad de la expresión, solo se podía traducir en una preocupación no codificable a los cánones tradicionales, llevándolo a negarla para hacerla más voluptuosa, más intrigante: ahí donde El jardín de los senderos que se bifurcan hace del tiempo una superación de las formulaciones en rectas y círculos y donde todas las posibilidades de los acontecimientos sobrevendrán en tiempos paralelos al nuestro, ¿no es posible urdir en el Borges filósofo y político?
Hay algo en Borges que solo se guarda para sí y a la vez hay algo que se le escapa a sí mismo que es la fisura en la cual el lector dialoga con Borges, es en esos intersticios donde se da apertura al pensamiento. Hablemos entonces de uno de sus primeros escritos: Fervor de Buenos Aires, de 1.923, que es considerado por varios críticos como Juan Arana, catedrático de filosofía de la Universidad de Sevilla, como una de sus obras donde más se abordan problemas filosóficos perennes, mismo libro del que el autor en una entrevista en la década de los 70´s con Joaquín Soler dijera: “sigo siendo el mismo Borges de allí, pero en ese momento escribía para mí mismo, en un código que solo yo puedo entender”. Un atisbo de su temprana escritura surge a la par con disertaciones en clave filosófica.
“Borges, maestro de la fina ironía y de un humor agudo contrastable con la densidad de su estilo de escritura, introdujo en su vasta obra multiplicidad de temas donde la imaginación y la ficción”
También afirmaba el escriba que toda biblioteca, por modesta que sea, supera la capacidad de todo lector y, si las bibliotecas fungen como instrumentos de la más absoluta heterodoxia, considerarlo ajeno a la preocupación política y filosófica parece ciertamente rebatible. ¿No es acaso La historia del tango un tratado de profundo sentido político e histórico? O esa sentencia de que la “democracia es solo un abuso de la estadística”, pero con notas siguientes en entrevistas donde aclara que habla para el caso de Argentina, porque en otros países opera de formas diferentes, ¿no demuestra una crítica política de contraste y reflexión con una relevancia notable? Nuestro autor en efecto sufrió los desaires del poder, cuyos efectos no fueron ajenos al desborde –poco usual por demás- de sus pasiones discursivas. Cuando el peronismo lo sacó de su labor bibliotecaria para nombrarlo como “inspector municipal para la venta de aves y huevos en los supermercados”, su renuncia, totalmente predecible, fue una afrenta al Borges que le cantaba al pueblo con sus cuentos, ensayos y poemas, pero su canto provenía de una perspectiva si se quiere kantiana a suerte de Sapere aude: un atreverse a saber cómo fundamento de una cultura popular que encontrara en la densificación ciudadana un derrotero distinto al de la reproducción instrumental de sujetos sujetados a prácticas ideológicas que, en tanto dogma de sublimación acrítica, terminan desdeñando de la cultura como punto arquimédico de la emancipación popular. He ahí lo simbólico, irónico y representativo no solo de negarle el Nobel, sino de reducir a un intelectual que identificaba a un pueblo con vocación universal por medio de su pensamiento, a un cargo que reafirmara que el saber del poder es vano y vanidoso; no en vano la respuesta del poder del saber es perenne e hizo de Borges, en sintonía con Nietzsche en torno a la transmutación de los valores, el portador del martillo que fractura y abre grietas por donde la luz del pensamiento guíe en los laberintos.
Así las cosas, con la multiplicidad de posibilidades que ofrecen los universos paralelos y simultáneos le es posible un lenguaje implícito sobre temas cruciales, es decir, las intenciones del pensador no versan sobre la opinión circunstancial, pero ese hecho no significa que, tanto en la literatura como en la filosofía borgiana (permítase la expresión), no exista un criterio de verdad –con una carga de relatividad escéptica, claro está- que no tenga una conexión con la idea de consecuencia de hechos contrastables en un plano determinado, incluso si ese escenario es el de la utopía como realización futura. En Tlon, Uqbar, orbis tertius, un cuento del libro Ficciones de 1.944, el narrador pronostica “el mundo será Tlón”, desde la perspectiva del mundo enciclopédico y laberíntico, esto es, la idea crea y re/crea la realidad. Ahora bien, si hablamos hoy en día de una realidad superpuesta de orden ideal cuando del tránsito de la ignorancia enciclopédica pasamos a la telemática, podríamos argumentar que la cita previamente expuesta, en efecto representaba, desde los universos literarios posibles, una teorización sobre un futuro que hoy día estamos transitado: los laberintos de la infinidad de contenidos en red.
“Hay algo en Borges que solo se guarda para sí y a la vez hay algo que se le escapa a sí mismo que es la fisura en la cual el lector dialoga con Borges, es en esos intersticios donde se da apertura al pensamiento.”
Borges entonces además del relato filosófico, premonitorio, crítico, agudo, encriptado, aforístico, también tenía una preocupación social que asumiendo la idea de política desde la polis como ciudad, se traducía en un desdén al anti/intelectualismo de un populismo plebeyo, como lo que representara el peronismo en su época o también, para un ejemplo más actual, el rechazo de los intelectuales al ingreso de Vargas Llosa en la academia francesa por como lo dijera el escritor colombo francés, Nelson Vallejo: “confundir al escritor con el pensador”. Como pluma, el susodicho sin duda tiene mérito, pero sus posiciones políticas –para encajar ese aspecto en las huestes de su pensamiento-, sin duda más que polémicas, son profundamente cuestionables, por someras y viscerales.
Pero retomando los hilos y en direcciones tan multilaterales como la gran erudición de nuestro pensador, además de continuar la idea de una acepción de lo popular desde una perspectiva ilustrada, hay una cita del Fausto de Goethe donde Mefistófeles le decía a uno de sus discípulos: “La teoría, amigo, es siempre gris, y verde el árbol áureo de la vida”. Un anti/intelectualismo plebeyo, en su acepción de los que no forman parte de la gente, implica convertir el bibliotecario, un agente creador y estimulador de nuevas ciudadanías, en un inspector de pollos y huevos para ponerlo en un no lugar y con ello, hacerlo parte de la gente, porque el intelectual en ese caso, no puede asirse a lo popular cuando esta identidad colectiva la signa un poder que busca la idolatría y huelga decir: la idolatría no comulga con el pensamiento. Mefistófeles procuraba desanimar al discípulo de Fausto asegurándole que si toda teoría es gris, los caminos del pensamiento son del mismo pálido matiz, una diabólica sentencia de la cual también vale la pena decir -como anécdota propia de la autonomía borgiana- pertenece al libro de Fausto que en lo personal, decía no interesarle mucho: expuso el iconoclasta en una entrevista que de Goethe, prefería las elegías romanas, un excurso interesante. Pero en consonancia con la idea que traemos y dicho también de otra manera, una sintética, en sistemas totalitarios como el peronismo de la época, valía más un huevo que un poema, un ensayo o un tratado. Sobra decir que esa identidad del poder resuena, y con potencia, en nuestra actualidad.
Acerquémonos pues, después de estas tensiones de contexto, un poco más a los senderos que confluyen con la filosofía. Como profesor de literatura inglesa en 1.966, el bonaerense bebió en las aguas del pesimismo empírico fundamentalmente de la obra de Hume. Mientras Bacon, Hobbes y Locke buscaban fundar la teoría del conocimiento en las sensaciones, Hume buscó derrumbar en el empirismo esos supuestos, al argüir que las ideas no son elaboraciones de las sensaciones, por lo que no era posible, para el pensador de Edimburgo, tener una verdad absoluta cuando no es posible fundar leyes universales en lo sensible, dado que estas no pueden cobijar uniformemente la totalidad sensitiva de la humanidad: la experiencia nos excede y no hay un fundamento de lo absoluto. Ergo, las verdades si bien posibles, no siempre son probables, siendo así creencias que se convierten en hábitos mantenidos por la tradición, afirmaba el inglés; en el argentino, quien entendía en los universos posibles muchas posibilidades de verdad que por tanto no eran absolutas, esta asociación resulta plausible.
“además del relato filosófico, premonitorio, crítico, agudo, encriptado, aforístico, también tenía una preocupación social que asumiendo la idea de política desde la polis como ciudad”
Siguiendo los indicios filosóficos, líneas más arriba hablábamos de una relación posible entre Borges y Kant -en tenor del Sapere aude-, una que estriba en el esfuerzo para hallar fundamentos últimos de la realidad. Ambos hablan de que hay leyes universales que son productos de nuestro entendimiento –Borges lo hace implícito en su literatura- pero es importante aclarar que coinciden en que las ideas son producto más de la razón que de la experiencia, la sensibilidad y del mismo entendimiento. Las ideas saltan por encima de los conceptos, porque abarcan la totalidad del mundo y la experiencia no solo de lo real, sino de lo posible. La figura de la antinomia kantiana habla de supuestos que no pueden resolverse dialécticamente, sino que se mantienen como polaridades posibles, pero improbables. ¿Existe dios o no existe?, diría Kant. Borges a su vez, jugando tanto con la validez del nominalismo medieval de influencia aristotélica según el cual no existe más que lo singular, también coquetea con el realismo medieval platónico y neo platónico que cree que solo existen las ideas.
En Borges se preserva la vacilación entre la sensibilidad y el entendimiento, razón irónica, paradójica y escepticismo anti/dogmático. Es la duda permanente, el martillo nietzscheano, la negatividad de Mefistófeles en Goethe, blandiendo así una teoría del conocimiento no mistificada, contra la idea de una verdad única. En fragmentos de un evangelio apócrifo hay una frase que ilustra lo anterior: “Bienaventuranza para los mansos porque no condescienden a la discordia. Y también son bienaventurados los que ni tienen hambre de justicia porque saben que nuestra suerte adversa o piadosa, es obra del azar, que es inescrutable”. Esta admisión de la potencia del azar y por tanto de lo aleatorio de la libertad, es un postulado profundamente ajeno a dogmas, porque todo dogmatismo es determinista.
Borges, para finalizar, es un pensador que está en las fronteras como lo expresa en su cuento El Etnógrafo, no tiene tránsitos abruptos sino infinitesimales, sus conclusiones y poemas son aberturas al misterio y suspenso como arquetipo de un saber que bebe en una perspectiva de un carácter popular ilustrado, que si bien está en uno de los multiversos paralelos y simultáneos, como Tlón, puede devenir en la utopía poesible. (Neologismo de posibilidad por mor de la poesía como poiesis en tanto creación).
"Es la duda permanente, el martillo nietzscheano, la negatividad de Mefistófeles en Goethe, blandiendo así una teoría del conocimiento no mistificada, contra la idea de una verdad única."
Es preciso aclarar la diferencia del populismo plebeyo del extraordinario aprecio de Borges por la noción de pueblo, pero uno no mistificado, como se relata en el breve relato de La secta del Fénix en torno a una iniciación esotérica iniciada por un niño o por un esclavo, y también retornando a la fascinación política en La historia del tango en la línea del vértigo que atrae y repele de modos indecisos, pero repudiada en cuanto ve en ese limo, una matriz de la violencia de la sociedad argentina de la época: tenía la virtud de tener un pie en lo malevo y el otro en el universo mismo.
Sobre ese ser y no ser, la dialéctica paradójica irresoluta actúa como antinomia productora de un saber que amerita superar toda superficialidad, un cuento corto que ilustra a cual más lo expuesto en este ensayo como corolario del mismo, da nuevamente cuenta de la potencia de su literatura, su filosofía y su política conservadora y anarquista, más como propuesta que aporía: ¿pueden encumbrarse en los imperios los animales y los mendigos?
Del Rigor en la Ciencia
Jorge Luis Borges.
En aquel Imperio, el arte de la cartografía logró tal perfección que el mapa de una sola provincia ocupaba toda una ciudad, y el mapa del Imperio, toda una provincia. Con el tiempo, estos mapas desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él.
Menos adictas al estudio de la cartografía, las generaciones siguientes entendieron que ese dilatado mapa era inútil y no sin impiedad lo entregaron a las inclemencias del sol y los inviernos. En los desiertos del Oeste perduran despedazadas ruinas del mapa, habitadas por animales y por mendigos; en todo el país no hay otra reliquia de las disciplinas geográficas.
Referencias.
Borges, Jorge Luis (1.974): Obras completas, 1923 – 1.972. Emecé Editores. Buenos Aires, Argentina.
Soler, Joaquín. (8 de septiembre de1.976): A Fondo, entrevista con Jorge Luís Borges (Video). Tomado de: https://www.youtube.com/watch?v=lj4kajdoSfc
Goethe, J.W (2.003): Fausto. Biblioteca virtual universal. Tomado de: https://biblioteca.org.ar/libros/8141.pdf