Una crítica literaria de la gata Eä
Hace unos días leí “El mar del olvido” del bogotano Andrés Rivera. Este es un libro del 2001, en su contratapa describe que “busca recrear parte de la historia colombiana a través de la vida de dos hermanos”, su situación histórica va de principios del siglo XX hasta mediados de los años 50. Una época que brilla por su riqueza histórica y por su conflictividad social, política y económica ¿cómo decirle que no a la lectura de este libro?
Pese a ello, debo decirles que el libro nos llena de ilusiones que nunca llega a cumplir y, al contrario, se llena de lugares comunes, manipulaciones históricas, prejuicios sociales y raciales y una prosa que se va por las ramas sin aportar realmente mucho a la historia prometida, que queda en veremos hasta un final abrupto y vacío.
Pero empecemos por lo bueno: Resalto que Rivera intentó escribir sobre la inmigración alemana y japonesa previa a la Segunda Guerra Mundial, hace hincapié en la iniciativa alemana de promover negocios asociados a la construcción ferroviaria y a la aviación en el país. Habla de los orígenes de Scadta, posterior Avianca, en manos de un alemán y su posterior quiebra debido a su confinamiento en los campos de prisioneros colombianos de Fusagasugá, a donde llegaron alemanes, italianos y japoneses.
desprovisto de cualquier crítica y la cuenta sin más, sin fondo, sin historia detrás de la historia.
Lo segundo, es que las escasas páginas dedicadas a los japoneses brillan por sí mismas, pero están completamente desconectadas del libro.
Otro tema que es poco explorado, y que aquí encuentra un espacio, es el submarino alemán hundido por un buque de guerra colombiano en el mar Caribe. En realidad, esto es poco más que un mito pues nunca se confirmó dicho hundimiento, pero ha servido como medida nacionalista y recurso para vincularnos a la Segunda Guerra. Sin embargo, Rivera deja este episodio desprovisto de cualquier crítica y la cuenta sin más, sin fondo, sin historia detrás de la historia.
Ahora, los dos hermanos que cuenta la contratapa, nacidos en una “pobreza campesina”, se separan muy jóvenes, uno logra educación y una carrera militar en la naciente fuerza naval colombiana y hace parte de la primera generación de marinos colombianos, mientras que el otro se une a una caravana circense hasta convertirse en guerrillero comunista.
La historia del primero es predominante frente al segundo. Y el segundo sirve más como una excusa para asociar al campesinado a una suerte de lucha contra el Estado que jamás es delineada por el autor, es una lucha sin motivos, salvo alusiones vagas al acceso a la tierra y a una guerra de venganzas entre liberales y conservadores.
Por otro lado, se afirma que los guerrilleros comunistas, que tienen agregado político del PCC, por tanto, es una alusión a las guerrillas y columnas de marcha de mediados de siglo, están financiadas y armadas por el gobierno soviético ¿ven la confusión, o la mala intención, del autor?
Se asocia el conocimiento campesino e indígena, estos sin diferencia real
Entretanto, cuando se habla del General Rojas Pinilla se hace como algo inevitable, él debió llegar allí y lo hizo, tuvo buenas intenciones, pero fracasó por decisiones mal tomadas y presiones de periodistas y políticos. En algunos momentos se matizan esas afirmaciones y se intenta dejar en entredicho la responsabilidad de Rojas Pinilla en la masacre de estudiantes durante su gobierno o la censura de El Tiempo, pero en realidad no es profunda y se pasa de largo. Se debe saber del tema para no engañarse.
Desde el primer momento se encuentran prejuicios raciales y de clase. Por alguna razón Rivera asocia, de manera constante, la campesinidad con una pobreza extrema que sirve para adornar, como telón de fondo, algunos de los momentos del libro.
Se asocia el conocimiento campesino e indígena, estos sin diferencia real, parece que son lo mismo, a un misticismo ininteligible para extranjeros o criollos ricos y achacado a los “instintos de indio” de los campesinos reconvertidos en criados de casa. Esto se describe en el libro de manera natural, sin ningún dejo de crítica. Allí queda impreso el tufillo clasista y racista del libro.
Los extranjeros son los mejor parados, se afirma que su fuerza colonizadora modernizó el país y se les deja el papel de víctimas frente a un gobierno que los abandonó y no permitió que echaran raíces en el país, algo que es cierto, pero cuya defensa es excesiva, incluso salamera.
se peca por excesivas alusiones a historias sin motivo alguno
Como ven, en lo sociopolítico el libro fracasa estrepitosamente, deja entrever una mala investigación previa (tanto que se afirman explotaciones de oro en el Sumapaz como si de Antioquia se tratara) y se afianza y reproduce prejuicios dañinos para la historia del país. Incluso, se habla de Primera Guerra Mundial en 1935, momento en el cual era la Gran Guerra, y para colmo de males lo hace desde la boca de un personaje alemán.
Ya en lo narrativo, un campo en el cual soy aficionada, se peca por excesivas alusiones a historias sin motivo alguno, muchas de las cuales intentan evocar al realismo mágico de Gabriel García Márquez pero que no lo logra. Hay una descripción excesiva de objetos, ropas y acciones cotidianas en detrimento de los personajes, muchos de los cuales parecen hechos de cera, sin alma. Los paisajes son planos, nunca se siente uno en Bogotá o en Barranquilla o alguna de las otras ciudades y pueblos mencionados, al contrario, todo parece lo mismo, al igual que el tiempo, que se sabe que cambia, pero sin cambiar.
En conclusión, este libro de promoción en Panamericana (no se dejen tentar, hay otros mejores en esa promoción), es un libro olvidable, tal vez por eso el nombre, lleno de ligerezas y de narrativa regular que desperdicia a manos llenas una cantera histórica que podría haber sido una epopeya sociopolítica interesantísima.
Humano a cargo de la transcripción: Leonardo Muñoz Guerrero.