A petición de un buen amigo escribo estas líneas.

 

 

Él me pide que escriba sobre lo que está pasando en todo el país, es decir, sobre las protestas, las cientos de movilizaciones, los encuentros multitudinarios, las peticiones del (viva el) Paro, la brutalidad policial, la persecución a mujeres y hombres en las calles, los golpes, las violaciones, los asesinatos, la manipulación mediática a favor del opresor, el ocultamiento de hechos que son claramente antidemocráticos, en fin, él me pide escribir sobre un tema que necesita tanta tinta como sangre han derramado los colombianos y colombianas buscando un mejor país.

Justo ahora estoy sentado en casa, hace horas que pienso qué escribir y mientras lo hago miro por la ventana, a la lluvia que cae desde hace días, también siento el frío, y pienso en los días pasados cuando salimos a marchar y pese a la fuertísima lluvia la gente se mantuvo en pie y pienso en escribir sobre eso.

Luego miro las redes sociales (Instagram, Facebook, Twitter) y me admiro al ver a la gente que aún está en las calles y no dejan morir el Paro, y vuelvo a pensar que saldré con ellos mañana y pasado mañana y los días que hagan falta. Pero luego me horrorizo y miro morboso y asqueado los cientos de videos que llegan de personas heridas, de personas que caen muertas frente a las cámaras y pienso ¡NOS ESTÁN MATANDO! Debería escribir sobre eso.

vuelvo a darme cuenta que sigo en el mismo país, en el mismo sillón, con el mismo frío y con las mismas preocupaciones.

 

Y mientras tengo mis pensamientos y mis dedos clavados en la pantalla del celular aparecen los muchos grupos de Whatsapp que están hablando sobre el Paro, sobre lo que deberíamos hacer, sobre salir y marchar, marchar, marchar… Y en ese preciso momento mi cabeza se va a otro lugar, uno que está lejos de aquí, uno en donde las preocupaciones del país son lejanas y a mí no me importan, pero es un pensamiento que como llega se va y es interrumpido por la voz femenina que vive los días conmigo y me cuenta que hay mucha gente en tal punto de la ciudad, que los policías están concentrados en tal otro o la cifra actualizada de ASESINADOS por la policía, y vuelvo a darme cuenta que sigo en el mismo país, en el mismo sillón, con el mismo frío y con las mismas preocupaciones.

Vuelvo a pensar de nuevo, he pensado mucho y no tengo nada que decir, nada nuevo al menos. Y estando así, abrumado por mis propios pensamientos, me entero que, mientras al pueblo lo ASESINABAN de manera inmisericorde en las calles de Cali, Bogotá, Medellín y otras ciudades, el Defensor del Pueblo resulta que estaba de descanso de (queremos el) Fin de Semana y cuando le reclaman por eso el señor lo niega y hasta afirma que él estaba en Bogotá, pero que no sabía dónde estaban sus camionetas, las mismas que vieron rumbo a Anapoima el viernes pasado mientras la gente que él debería defender era MASACRADA por la POLICÍA.

Digo nosotros porque nadie importante leerá esto, la vida de ustedes y la mía vale lo mismo para aquellos que nos gobiernan: NADA.

Y por tanta masacre y tanto muerto nadie responde porque resulta que es más valioso despejar las calles y defender el concreto y las paredes que la vida de cualquiera de nosotros. Y digo nosotros porque nadie importante leerá esto, la vida de ustedes y la mía vale lo mismo para aquellos que nos gobiernan: NADA. Porque somos reemplazables, siempre habrá otro para reemplazarnos y que la vida siga (como en el trabajo: “si no le gusta váyase que otro si quiere ese trabajo, no exija y agradezca). O tal vez hasta se alegren de nuestra muerte, como pasa con la de DILAN CRUZ, a quien parece que estaba permitido matar porque la Fiscalía dice que era un vil delincuente con problemas y que estamos mejor sin él. Él podríamos ser nosotros, olvidados y humillados después de muertos como olvidados y humillados somos en vida.

Y todo esto solamente me lleva a pensar en una única cosa, y es que si quien debería defendernos nos está MASACRANDO, entonces la defensa de mi vida y la de ustedes queda solamente en nuestras manos. Nosotros no somos violentos, de eso estoy seguro (porque como colombianos estoy seguro de que estamos cansados de la violencia), pero nos arrinconan cada vez más y como a un animal enjaulado y acosado terminaremos respondiendo a nuestro opresor como él nos trata a nosotros. Probablemente ya está pasando.

tal vez por eso les duele tanto que las gentes arremetan contra esas entidades usureras y saqueadoras

Y a esos que se atreven a llamar vándalos a quienes solo defienden sus vidas, las de sus amigos y hasta las de desconocidos, no me queda más que verlos como un enemigo del pueblo oprimido, como un cómplice del opresor y hasta como el opresor mismo. De mí no esperen simpatía para con ellos, así como ellos no tienen simpatía para conmigo, ni los millones de marchantes ni los cientos de muertos que ha dejado un sistema corrupto que defienden por una casa bonita y una cuenta bancaria llena (tal vez por eso les duele tanto que las gentes arremetan contra esas entidades usureras y saqueadoras).

Estas palabras tal vez se las lleve el viento, pero seguirán en mi cabeza retumbando. Mi amigo me pidió que escribiera con las entrañas sobre lo que estaba pasando y al menos eso pude hacer. Lamento no escribir grandilocuentemente sobre nuestra situación, como el rol de politólogo me lo exige, tal vez como mi amigo esperaba; en todo caso, gracias por darme este espacio.