La Política, dice Chantal Mouffe, son las prácticas e instituciones por medio de las cuales se genera un orden para la coexistencia humana. Mientras que Lo Político es el antagonismo constitutivo de cualquier sociedad, es decir, el conflicto. Pero cuidado, conflicto no es lo mismo que violencia. Las sociedades no son violentas por naturaleza, solo conflictivas, y ese conflicto gestionado de la manera adecuada, a partir de La Política, puede ser el motor del crecimiento socio-cultural y económico de un Estado.

En Colombia estamos viviendo un momento crítico, pues estamos a punto de que La Política por fin acepte la diversidad cultural y política que compone a la sociedad colombiana, pues hasta hoy hemos vivido en un país cuya Política ha sido cerrada estricta y concienzudamente por una elite dueña del poder, y las instituciones y democracia colombianas han servido para legitimar ese control mediante la imposición del silencio y, por tanto, una aparente homogeneidad social. Recordemos que una de las formas más conservadoras de legitimación es el silencio, si nadie dice nada es porque todo está muy bien o dicho de otra forma “el que calla otorga”.

 

Las sociedades no son violentas por naturaleza, solo conflictivas

 

Si bien es cierto que en Colombia hay protestas todos los días y hay cientos de organizaciones civiles que claman por sus derechos civiles, políticos y económicos, hasta hoy solo han sido emergencias circunstanciales que al establecimiento no le ha costado controlar y reprimir, pues no hay un movimiento organizado que confronte al poder político hegemónico del país. El descontento ha sido individual y no colectivo. Paros y marchas de uno u otro gremio exigiendo ayudas al Estado, estudiantes pidiendo mayor y mejor educación, ciudadanos exigiendo un transporte público digno, charlas discontinuas de los altos precios de la canasta familiar o de la precariedad del salario mínimo, indígenas que buscan que se les respeten sus derechos colectivos y la poca tierra que les queda, campesinos en protesta para que no los olviden más y que escuchan como eliminan sus esfuerzos con un simple “ese tal paro no existe”. Todas exigencias legítimas pero aisladas, nada nos ha llevado a unirnos en la diferencia. Es hora de que eso cambie, de pasar de la queja a la acción colectiva, a la solidaridad, a entendernos como parte de lo mismo aunque seamos diferentes.

Muchas veces esas exigencias, paros y marchas terminan en violencia y desmanes, y se ha hecho moneda corriente de la prensa nacional retratar como tal o cual marcha terminó en enfrentamientos con el ESMAD. Otros casos que no vemos se dan todos los días. Esto sucede porque la Política no tiene los canales adecuados para absorber esos descontentos y resolverlos.

 

Todas exigencias legítimas pero aisladas, nada nos ha llevado a unirnos en la diferencia. Es hora de que eso cambie

 

La prensa como instrumento de poder se ha encargado de invisibilizar esas demandas sociales y, por tanto, deslegitimar los procesos políticos desde abajo, para perpetuar en el poder a aquellos que gozan de privilegios desmedidos. Aquellos invencibles hoy tienen miedo, y ese miedo lo trasladan a las diversas capas sociales con amenazas de violencia, que son capaces de generar mientras la sociedad civil no se enfrente a ellos y clame con una sola voz que quieren espacio para opinar diferente.

El campo Político es amplio en Colombia, a diario se escuchan quejas continuas, voces intentando ser escuchadas. Cuando la Política se cierra a ese campo Político nace la violencia, y Colombia es experta en esos brotes de violencia que exigen participar en las decisiones del Estado, en las decisiones que afectan al colombiano de a pie. El bogotazo, el surgimiento de las Farc o el ELN, el M-19 o el Quintín Lame son pruebas fehacientes de ello.

 

Hoy es un acto de responsabilidad de todos los colombianos salir a votar en pos de abrir la Política y, más adelante, es una responsabilidad de todos mantener ese campo abierto

 

El  establecimiento se ha venido legitimando constantemente cada dos años en elecciones periódicas enmarcadas en una democracia representativa excluyente que solo incluye en apariencia, que incluye solo en la valla publicitaria pero que olvida el mandato de sus ciudadanos. De allí las constantes quejas de promesas incumplidas, de corrupción sistemática y pauperización del modo de vida, quejas que son, además, instrumentalizadas y canalizadas hacia un odio irracional hacia aquellos que proponen un cambio. El establecimiento tiene la capacidad de usar sus propias contradicciones a su favor.

Hoy es un acto de responsabilidad de todos los colombianos salir a votar en pos de abrir la Política y, más adelante, es una responsabilidad de todos mantener ese campo abierto. Cuando gane la diversidad no amaneceremos organizados, pero será el primer paso para generar, desde lo Político, desde el antagonismo y la diferencia, desde la gestión del conflicto una nueva forma de administrar los asuntos públicos, esos que a todos concierne. Si lo Político logra ser canalizado a través de instituciones que ordenen y permitan que todos hablen y no que unos pocos decidan, se podrá abrir la sociedad colombiana a una verdadera democracia en donde todos quepamos, en donde se gestione el bienestar, en donde se consolide la República.

 

Cuando Mataron a Gaitán perdimos una oportunidad, al igual que pasó con Galán o con Pizarro, por solo mencionar algunos.

 

En la coyuntura actual, en esta “polarización” entre la izquierda y la derecha, podemos encontrar el momento que tantas veces se nos ha negado, la de incluir a los excluidos. Estamos en el momento en el cual otras voces, las nuestras, se hagan cargo de las riendas del Estado, pero no para cambiar una élite por otra, sino para dar cabida a los que hasta hoy han estado descontentos de la Política, para que se  puedan expresar abiertamente, exigiendo sus derechos y no solo esperando la consideración de unos pocos. Desde la izquierda participamos todos, incluyendo a la derecha, desde la derecha solo participan ellos.

No permitamos que nos arrebaten nuevamente la posibilidad de cambio. No permitamos que nos silencien con el ruido del miedo y la sangre, hoy podemos cambiar la historia y no ser víctimas de una compulsiva repetición. Cuando Mataron a Gaitán perdimos una oportunidad, al igual que pasó con Galán o con Pizarro, por solo mencionar algunos. Si queremos una verdadera democracia, una verdadera República, es hora de que paren los asesinatos por pensar diferente, que paren las amenazas y el desplazamiento de aquellos que no se quieren ir.

Una verdadera Colombia democrática es aquella en la cual podemos mirar a nuestro rival político sin odio y con la esperanza de llegar a acuerdos, pero siempre con una idea en mente: los otros, tanto como yo, tienen derecho a pensar diferente y no por ello deben ser odiados, mucho menos asesinados.