Un artículo publicado recientemente ha señalado al sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos como acosador sexual por parte de varias investigadoras del Centro de Estudios Sociales, dirigido por el profesor hasta 2019. El artículo, titulado "The walls spoke when no one else would", ha sido redactado por las antiguas investigadoras del centro Lieselotte Viaene, Catarina Laranjeiro y Miye Nadya, y ha provocado la salida a la luz de nuevos testimonios. El Centro de Estudios Sociales ha suspendido de todos sus cargos a Boaventura de Sousa Santos y a otro profesor aludido en el artículo mientras se investigan las denuncias por parte de una comisión independiente que el centro va a crear. Además, el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales ha suspendido las actividades previstas con el pensador portugués. Boaventura de Sousa Santos ha respondido al artículo descalificando las acusaciones como "un acto miserable de venganza institucional y personal" y ha anunciado la presentación de una querella contra las tres antiguas investigadoras. Unas 250 personalidades del mundo académico y cultural han firmado un manifiesto en apoyo de las autoras del artículo.

Cabe aclarar que, en caso de ser encontrado culpable, merece que se ejerza sobre él toda la presión de su entorno social y legal para realizar las acciones reparativas correspondientes con las víctimas, los castigos punitivos (dictados por las leyes correspondientes) y acciones que garanticen la no repetición de estos actos. Todo esto debería suceder bajo los principios de una sociedad democrática y respetuosa de los debidos procesos, dicho esto, entro en un terreno escabroso por la cantidad de emociones que eleva, el problema de la “cancelación”.

 

"se define como la práctica de retirar el apoyo público o las oportunidades profesionales a individuos o grupos que se consideran moralmente objetables"

 

La cultura de la cancelación se ha convertido, muchas veces, en un arma política que, más allá de las denuncias, pareciera entrar en un escenario que pretenden favorecer a los sectores de derecha en países en desarrollo, esto no quiere decir que se desconozca los problemas de acoso en diversos ámbitos sociales, lo que implica realmente es el freno abrupto de los escenarios en que los “cancelados” pueden incidir, sin tener un debido proceso que se daría en sociedades democráticas y estados sociales de derecho.

Esta “cancelación” cultural se define como la práctica de retirar el apoyo público o las oportunidades profesionales a individuos o grupos que se consideran moralmente objetables. Esta práctica ha sido utilizada por diversos grupos políticos y sociales en todo el mundo para presionar a empresas, instituciones y personas que, en su mayoría, pertenecen a sectores alternativos y progresistas. Claro, hay que entender que en cualquier espacio, sin distinción de filiaciones políticas, sociales o diversas, se puede encontrar acciones de acoso, violencia sexual o violencia basada en género, sin embargo, los casos de “cancelación” tienen una menor tasa de ejemplos en sectores conservadores, de derecha o de derechas radicales, lo que en ningún caso significa que ocurran en menor cantidad.  

En el caso del sociólogo Boaventura de Sousa Santos, el artículo en sí mismo, aunque incluye testimonios de varias investigadoras, ha sido criticado por no haber seguido los procedimientos adecuados para denunciar acoso sexual. La suspensión del profesor y la creación de una comisión independiente para investigar las acusaciones son medidas necesarias para garantizar la justicia, pero la cancelación pública del pensador portugués antes de la investigación evidencia cómo esta práctica podría ser utilizada para imponer una postura sin considerar la presunción de inocencia, sino una ola mediática de señalamientos volviendo al binarismo de “el Malo y el Bueno”.

 

"... lo único cancelables es la cultura de la cancelación."

 

La “cancelación” en un ámbito donde se legitiman posturas en disidencia a la cultura globalizante, podría convertirse en una peligrosa arma de doble filo, ya que la cancelación, muchas veces, incluye el rechazo inmediato a todas las posturas, textos y obras que el “cancelado” haya producido a lo largo de su carrera; sin importar lo que estos elementos hayan aportado a los debates de emancipación y/o lucha en contra de las culturas hegemónicas globales; debido la incapacidad que tiene esta practica de separar al autor de las obras que produce. Recordando un poco el relato de Frankenstein que culpa al amo por las atrocidades que comete el monstruo. 

Lo anterior puede llevar a consecuencias nefastas en la libertad de expresión. Ya que el efecto de autocensura se genera para no parecer que se da un apoyo a un supuesto “acosador”, por miedo a posibles represalias lo que limita el debate y la crítica, lo que en última instancia puede dañar la democracia y el desarrollo de los escenarios de construcción del conocimiento.

En definitiva, la cultura de la cancelación se ha convertido, muchas veces, en una herramienta política que termina favoreciendo, en gran medida, a las derechas de estados no hegemónicos. Sin embargo, es necesario entender que aún existen muchos problemas en la justicia al momento de defender a las víctimas de cualquier tipo de acoso, desde el sexual hasta el racial, pero no se debe pasar por principios que configuran la democracia, como lo es el principio de inocencia y la justicia tanto para las víctimas como para los acusados. Por lo tanto, se deben construir mecanismos eficaces que saquen a la luz la verdad de cualquier tipo de acusación y, en caso de probarse culpabilidad, deben generarse las acciones reparativas correspondientes; pero en caso de no existir una culpabilidad real, también se deben generar mecanismos para limpiar el nombre y la honra de quienes fueron acusados, ya que existen casos en que estos hechos han ocurrido y parecen quedar, estos individuos, con una marca indeleble.

Es necesario fomentar un dialogo crítico y constructivo ya que, hasta el momento, lo único cancelables es la cultura de la cancelación.