En una charla sobre el pasado, surgió la pregunta normal sobre las cosas que recordamos de ese momento en el que tuvimos nuestro primer computador o nuestra primera consola. Un privilegio de clase, todavía existente, pero que representaba a una parte considerable, en tamaño, de la población trabajadora que podía tener acceso al mundo exterior sin la necesidad de recurrir a un proveedor que elija la parrilla de programación. Entre el relato, intentaba contener ese nudo enorme que crecía en mi garganta pensando en cada detalle hasta ahora plausiblemente entendible de aquello que consideraba lo más grandioso que había visto alguna vez. La posibilidad de interactuar de manera independiente, de abrir un mundo social que se construía con una prisa impetuosa de personas que sentían lo mismo que yo y, en mi caso, la primera vez que descubrí que mi vida no era sólo lo que pensaba, entendí que mis acciones también tienen un impacto inmediato. 

Siendo un poco apático, hace un buen tiempo pienso que nuestras decisiones se basan en nada más que instintos formalizados, en un flexo código moral que nos obliga sólo a tener libertad mientras pensamos, así sea en el caso de los más afortunados. Pero incluso, con toda esta carga social-responsable que llevamos todos los seres humanos, pude lograr sentir autonomía gracias a lo que paradójicamente, era un explícito código de programación escrito, que me limitaba las opciones, pero que, de una forma u otra, me dejaba elegir algún pequeño evento. 

El entretenimiento interactivo supremo para unos, el inicio de una sociedad vaga y sin propósitos; por supuesto que para otros. Un debate que sigue extrañamente inconcluso, pese a los enormes elefantes en cada habitación o salón posible. No se trata de cómo nos ha perjudicado el estigma de los videojuegos, se trata de entender por qué fueron una opción y por qué, al día de hoy, se han popularizado tanto como para ser un producto de culto. 

 

Ah, lo olvidaba, también está la agobiante rutina de postergar cualquier actividad por simple indisposición.

 

En aquel recuerdo vago que trataba de contar y del cual perdí las luces, llegó a mi mente la imagen en primera persona de un niño pequeño y escuálido que flotaba en una silla enorme de comedor mientras acercaba su gran cabeza a la pantalla de un computador y, sin los ojos en el teclado, oprimía tantas teclas como pudieran sus torpes dedos. Ese niño, que obviamente se trataba de mí, estaba jugando una copia de segunda mano del juego de Disney: Hércules. Digo lo anterior como sello de honestidad, pues esta historia que a partir de ahora no será biográfica, tratará de explicar la experiencia de lidiar con la ansiedad a través de los videojuegos. Y sé que se puede sentir como un artículo eterno, pero la verdad es que las recomendaciones son tan puntuales y cruciales, que me he permitido ser lo más conciso dentro de mis posibilidades.

Pensar o soñar con un mundo en calma se puede tomar como una tarea sencilla, a menos de que tu mente te odie y sólo exista para intranquilizarte. No puedes concentrarte, no sientes dominio de las imágenes y palabras que recorren tu mente y evidentemente, pierdes la capacidad de ejecutar cualquier tarea sencilla que se asuma con responsabilidad. Muchas veces se toman estos momentos como una excusa para alejarse del mundo real, pero no lo son, la autocompasión te invalida la existencia, odias ese momento recurrente así te acostumbres a vivir con él… Ah, lo olvidaba, también está la agobiante rutina de postergar cualquier actividad por simple indisposición. 

Retomando el tema central que también es título, el videojuego te acerca a la máxima experiencia posible de interacción virtual, en el que tomas el control de personas, animales u objetos que son literalmente creaciones personales de alguien más. Ya das un primer paso fuera de la zona incómoda que se vuelve tu vida, estás en otro universo por más fiel a la realidad que sea la historia, estás paseando con tu mente en un lugar que no es cotidiano y en el que diversas misiones u objetivos te dicen que ahora sólo vas a pensar en eso. 

 

Overwatch, League of Legends, Hearthstone y toda esa colección de juegos que causan en ti un incontrolable impulso de querer tirar la pantalla por la ventana cada vez que pierdes.

 

Una limitada cantidad de píxeles están a tu disposición para que interactúes con algo más que mover el ratón o el joystick, implica pensar en lo que estás haciendo, concentrarte y sentir cómo todo el arte que compone esta obra te permite entrar en un estado de concentración y kinestesia casi absoluta para lograr una victoria o cumplir un objetivo. Y estos últimos no son sólo aquellos logros formales de cada videojuego, representan también aquello que esperas recibir o hacer con este videojuego, es importante para ti como jugador: obtener algo a cambio por tu esfuerzo y concentración. 

Y eso, querido lector o lectora, es lo que mejor puedes hacer para interactuar con la ansiedad, ocuparte realmente sin generar demasiado estrés. Evidentemente, la cura puede ser peor que la enfermedad, pero la clave es buscar ese espacio dentro del mundo de los videojuegos, que te llene por aquel corto momento de libertad que tienes para no pensar en tus relaciones, universidad o trabajo. Desde mi experiencia personal, podría recomendar algunos títulos que tal vez pueden servir de ayuda, pero lo cierto es que como cada cabeza es un mundo, cada juego se va a sentir diferente. Sin embargo, puedo hacer una orientación pequeña de lo que podría ayudar.

 

para que no pienses más que en cómo derrotar a la miserable Araña Rom de Bloodborne, porque es una desgraciada que no tiene sentido el daño que tiene y ya me ha matado más de 50 veces

 

Los videojuegos de rol, mejor conocidos como RPG, podrían acercarse bastante a lo que supone la experiencia de vivir otra vida. Salirse de la rutina, tomar el rol de un personaje que dista de acercarse a tu realidad pero que te conecta en puntos tan sensibles como la moral (Que se presenta por decisiones). Ya sea un guerrero marginado de la edad media, una líder de una secta distópica o un animal antropomorfo en busca de diversión, ese rol que aceptas llevar, te alejará casi por completo de lo que te aqueja y te llena la cabeza de grises. La sensación de una mente pasando imágenes muy rápido puede ser abrumadora, la ansiedad es esto, es abrumadora e incesante. ¿Por qué no darle la oportunidad a tu mente de pensar en un paisaje, una pequeña tarea o una decisión virtual? Recomiendo especialmente entregas como The Witcher, Chrono Trigger, Dragon Quest, Fallout, The Elder Scrolls o Final Fantasy. Sagas increíbles, historias fantásticas y horas de entretenimiento. 

También tenemos los juegos exigentes, para cuando queremos ponernos a prueba como jugadores. Esto, en resumen, se lleva mejor si tienes una basta experiencia con los videojuegos. Títulos que, si bien hacen parte de una colección de RPG’s, aportan mediante su jugabilidad, un desafío mayor. Seguramente, para los que conocen del tema, ya se estarán imaginando y sí, la saga Souls y sus derivados de otras franquicias, pueden ser perfectos cuando se desea experimentar la sensación de peligro, concentración absoluta, dejarse maravillar por una historia cruda y adentrarse a ese mundo marginal de tensa calma que te va a atrapar para que no pienses más que en cómo derrotar a la miserable Araña Rom de Bloodborne, porque es una desgraciada que no tiene sentido el daño que tiene y ya me ha matado más de 50 veces, no sé qué hacer con mi vida, ayúdenme por favor… Bueno, ese tipo de maravillosas experiencias que te regala un simple juego de Hayao Miyazaki. 

Y cuando definitivamente lo tuyo es el estrés, sin más agregados, puedes ponerte a jugar Overwatch, League of Legends, Hearthstone y toda esa colección de juegos que causan en ti un incontrolable impulso de querer tirar la pantalla por la ventana cada vez que pierdes. El punto es que son casi ilimitadas las opciones, hay un sinfín de categorías y entregas a tu disposición, para que, como con una película, elijas aquel que más te llame la atención. Sólo sigue tu instinto y déjate maravillar por la acción, la estrategia, la competitividad, y todo aquello que sea útil para darle a tu mente un descanso de la realidad que te aqueja. 

 

el ocio no debe ser visto como una mala práctica, por el contrario es una linda recompensa frente al esfuerzo que haces

 

Querida persona que está leyendo esto, son tiempos difíciles y seguramente has tenido que esforzarte demasiado para sobrellevar el encierro, incluso cuando se está acostumbrado a no salir, el encierro por obligación se siente como una condena. No te presiones demasiado, es una pandemia como hace muchos años no se veía y lo estás haciendo genial, estás aportando demasiado mientras te quedas en casa. Si tienes que trabajar también se valora tu esfuerzo, incluso un poco más, pero en este momento tienes que pensar también en cómo lidiar con esto de manera personal, el ocio no debe ser visto como una mala práctica, por el contrario es una linda recompensa frente al esfuerzo que haces. Busca un juego, toca un instrumento, ve una película, guarda stickers y memes en tu celular, pero date ese merecido descanso parcial pues queda un largo camino por recorrer, este no es el fin del mundo, es el comienzo de una aventura épica de la que saldrás sabiendo más que antes de que todo comenzara.