Se levanta en la mañana como cualquier otro día, supongamos que su nombre es juan para no dejarlo en el anonimato, él trabaja en la cadena de distribución de alimentos, es una de las personas que, aún en este aislamiento obligatorio preventivo, debe salir a trabajar y cumplir sus deberes como trabajador, agradece no quedar sin trabajo como la mayoría de sus vecinos y amigos, es de los pocos que puede tener un ingreso en estos tiempos donde la incertidumbre acrecienta. Juan trabaja con miedo por el aumento de contagios en la zona donde labora, cuando llega a casa siente el deber de mantener la distancia con sus padres, saludar de lejos es habitual, solo en su día de descanso después de asearse el cuerpo, lavar su ropa, limpiar sus zapatos minuciosamente y asegurarse que su ropa no ha estado en contacto con su uniforme de dotación, puede abrazar a su mamá sin estar nervioso por llevar consigo un virus que pueda contagiarla y poner en riesgo su salud y su vida.
Andrea es una mujer que también se encuentra trabajando en una actividad que se encuentra en las excepciones del aislamiento, ella trabaja para un supermercado, sus labores cambiaron en tan solo unos días, ahora en lugar de solamente mantener al día los inventarios y registrar los datos de los productos también debe ayudar en el aseo que se realiza varias veces al día con la colaboración de todos sus compañeros y turnarse para apoyar la entrada del almacén para que entren grupos de pocas personas a realizar sus compras.
Ella no vive con sus padres, pero se comunica con ellos casi todos los días pues si está preocupada por su salud, vive con sus hijos adolescentes y es por quienes más se preocupa, no tienen clases y los debe dejar en casa todo el día esperando que respeten la cuarentena, también espera que cumplan con sus clases virtuales pues no puede vigilarlos por tener que asistir a su trabajo. Está agradecida por conservar su trabajo, pero su incertidumbre aumenta al pasar de los días, no quiere que nada malo pase con su familia y amigos.
¿es bueno este virus que no ataca? ¿el humano es malo? ¿Qué hay que hacer? ¡Por Dios! ¿Qué se puede hacer?
Andrea y Juan sienten cada vez mas cerca su “despido temporal” o licencia no remunerada, en el mejor de los casos los mandarán a vacaciones indefinidas, a muchos de sus compañeros los han despedido definitivamente. Ambos sufren por sus familias y temen a esta pandemia, temor incrementado abruptamente por cadenas de whatsapp que envían diciendo que aquí o allá hay casos de COVID19, que no pasen por cierto lugar o no tomen cierta ruta en el sistema de transporte porque “ahí hay casos”.
Estas dos personas se ven enfrentadas, además, a mares de información que aumentan su ansiedad, su preocupación e incertidumbre, cantidades de datos que cambian cada día, nuevas cifras de contagiados y muertos, como si los recuperados fueran invisibles.
Las fakenews son otro problema, ya no saben en quien creer, si en un video viralizado en redes sociales donde un doctor dice los procedimientos para la limpieza cuando se llega a casa, videos de los enfermeros que atienden pacientes con coronavirus en países devastados por este microorganismo, medios “oficiales” que muestran los videos que los deportistas suben a sus redes sociales o los datos oficiales del gobierno que han mostrado, en muchos casos, que no responden a la realidad.
La pregunta que es recurrente en ellos y en sus compañeros es sobre el ambiente, si los animales están volviendo a sus lugares y el aire cada vez está más limpio “¿es bueno este virus que no ataca? ¿el humano es malo? ¿Qué hay que hacer? ¡Por Dios! ¿Qué se puede hacer?”.
es momento de exaltar a los vecinos que han levantado su tienda en el barrio, a la panadería de la esquina, al supermercado del barrio
Los dos tratan de no pensar en el futuro, su trabajo es sustento para sus familias. La razón les pide un cambio, pero el sentido común les dice que no podemos arriesgar la estabilidad de sus familias, si el sistema comercial y económico cambia sería bueno, pero la transición a un nuevo sistema es preocupante, nadie sabe vivir fuera del sistema en que ha vivido toda su vida, solo queda incertidumbre y deseo por sobrevivir a esta pandemia.
Tanto Juan como Andrea son el ejemplo de muchos trabajadores del área de distribución de alimentos, un grupo de personas que están excluidos de la norma de aislamiento y quienes, aparte del sector salud, están mas vulnerables a los contagios por estar en contacto con tanta gente durante todo el día, a quienes su familia discrimina en la cotidianidad por ser posibles portadores del virus, quienes pagan su salario con el alejamiento con sus seres queridos.
Así como al sector salud, el sector del aseo y demás a quienes están en la cadena de producción y distribución de alimentos deben tener nuestro agradecimiento, es momento de exaltar a los vecinos que han levantado su tienda en el barrio, a la panadería de la esquina, al supermercado del barrio que también, como el supermercado de cadena, pertenecen al sector de abastecimiento y necesitamos de ellos.
Al tiempo que se aplauden a los médicos por salvar nuestras vidas, deberíamos aplaudir, o por lo menos agradecer, a los tenderos y personas que permiten que llegue el alimento a nuestras mesas. Acomodando una frase popular a estos tiempos de pandemia “el covid19 podría matarnos o no, pero el hambre nos mata sin contemplación”