"Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica” Dijo alguna vez Salvador Allende en un discurso en la universidad de Guadalajara en diciembre de 1972, esta frase es usada (y ha sido usada) casi únicamente cuando de política se habla. No hay que negar la relación entre la juventud y la revolución, sobre todo cuando el joven representa una imagen de cambio en los modos de vida y esa idea se toma en sectores políticos para lograr un fin determinado, normalmente refiriéndose a cambios estructurales.

Sin embargo, podríamos tomar esa frase teniendo en cuenta elementos cotidianos, que escapan en una lectura netamente política, que son las que producirían tensiones generacionales; sobre todo en aspectos técnicos y tecnológicos, ya que crean la necesidad de cambios en la forma de administrar los modos de vida contemporáneos.

 

"No hay que negar la relación entre la juventud y la revolución"

 

En estas tensiones no sólo cambian algunas prácticas, sino también cambian algunos ideales y los imaginarios de lo que “debe ser” un joven. Existe una tensión en este sentido: la idealización que cae en la juventud casi como un estigma que dictaría las formas de vivir y actuar de los individuos que están en una edad donde legalmente son considerados “jóvenes”.

El joven rebelde, el joven que frecuenta las fiestas, al que le gusta emborracharse, el que disfruta de la vida en los bares y discotecas, y entre muchos otros, hacen parte del imaginario de lo que debe ser y hacer un joven. Idea sembrada desde la infancia por pautas publicitarias de bebidas alcohólicas, programas de televisión, películas gringas, el contenido en redes sociales, etc... Reforzada en la adolescencia por practicas prohibicionistas en la crianza, esas que llevaban a tener el típico amigo con la etiqueta de “mala influencia”, que invitaban a disfrutar sensaciones de falsas libertades. Sin mencionar la ilusión de legitimidad que experimentan cuando toman en sus manos el documento que los legaliza como “adultos” y que a su vez genera una ficción de libertad inmediata para sentir esas mismas sensaciones.

 

"...amigos que hacían ese papel de “mala influencia” que invitaban a disfrutar sensaciones de falsas libertades"

 

Las fiestas, el alcohol, los bailes, la música estruendosa y pegajosa, conocer lo que está a la moda, una libido desenfrenada. Todos elementos que se imponen sobre la juventud. Muchos comprensibles. Pero volviendo a la frase y planteamiento iniciales, lo revolucionario no sólo está ligado a la política sino a las prácticas cotidianas (aunque muchas veces también son posiciones políticas), ahora es común conocer personas jóvenes que no tienen interés en salir a fiestas, perder el control de sí mismo a punta de sustancias, o incluso, escuchar música que disfrutaría con sus contemporáneos.

La movida geek y la reivindicación de “el nerd” que se ha visto en los últimos años no son suficientes para quitarle peso a este estigma, incluso en series como The Big Bang Theory, el ideal de sus protagonistas, además de querer desarrollarse en ámbitos académicos, siempre era el poder salir a fiestas, tener parejas estables y demás elementos que no los separan de una serie (o una telenovela) “juvenil” cualquiera.

 

"Este imaginario impuesto y alienante de la juventud convierte a los individuos que viven esta etapa en simples consumidores..."

 

No sabría (y tampoco es mi intensión) cuantificar el impacto en la autoestima de individuos quienes no pueden integrarse con sus contemporáneos por tener distintas ideas sobre el disfrute de su tiempo libre y de “disfrutar de su juventud”. Habría entonces que preguntarse cuales son las motivaciones para el cambio de estas ideas; motivos religiosos, culturales o simplemente llevar la contraria a otros individuos que han interiorizado tanto el imaginario impuesto a la juventud que, enajenados por este, piensan que para “disfrutar” de estos años se debe pasar la mayor parte del tiempo libre en lugares destinados a la estimulación más superficial de sus sentidos, en otras palabras, pasar la mayor parte del tiempo “farreando”.

Este imaginario impuesto y alienante de la juventud, convierte a los individuos que viven esta etapa en simples consumidores de estimulantes, esos mismos que se presentan como elementos que "no pueden faltar" en el disfrute de sus momentos de entretenimiento; y por otra parte, estigmatizan a quienes tienen formas alternativas de divertirse en su tiempo de ocio, haciendo parecer a esas "otras formas" anticuadas, infantiles y/o de "otras generaciones", de las cuales se piensa que hay que escapar, para al final acabar reproduciendo las mismas prácticas que los han puesto en un lugar infantilizado frente a generaciones anteriores que se imaginan a sí mismas como responsables.