Hace dos días quedó, casi completamente, reducido a cenizas el Museo Nacional de Brasil. Ha aparecido en casi todos los medios de comunicación, en estas notas cuentan como posiblemente se originó el incendio, el valor que tenía este museo, las piezas que contenía. Y no es para menos, un museo de doscientos años que albergaba más de veinte millones de piezas arqueológicas e históricas que, casi, podían relatar la historia de la humanidad, fue consumido por las llamas.

Pero más allá de los datos de la perdida de este edificio y de sus invaluables colecciones, debemos preguntarnos sobre la imagen de nosotros como sociedad, frente a este lamentable hecho. Son innumerables los escenarios y preguntas que se desprenden al analizar ese papel que tendríamos que cumplir.

La primera imagen es la fragilidad que tenemos frente a cualquier factor (natural o no) que pueda afectar nuestra forma de percibir nuestro legado; en una noche se destruyeron registros de la historia de la humanidad y del mundo que habitaban en este museo. Que tan importante sería entonces la figura del museo, como un edificio donde se contiene toda información relevante para ser mostrada en generaciones posteriores e información que ha sido heredada para que nosotros la conozcamos. Siendo así ¿Cuánta información se habrá destruido a lo largo del tiempo?

 

"en una noche se destruyeron registros de la historia de la humanidad y del mundo que habitaban en este museo"

 

En un tiempo donde existen formas diversas de manejar información, permite guardar registros de algunos elementos sin, necesariamente, tener ese elemento que es objeto de estudio en nuestras manos. Queda entonces un extraño sabor en la boca al preguntarse si entre la información que podemos observar en este tipo de museos, queda por lo menos la información de los objetos que este contenía.

Un evento como el que destruyó el museo nacional de Brasil en Rio de Janeiro, es muestra de la impredecibilidad que rige nuestras vidas, nuestra existencia y nuestro legado. Pero ¿Qué se podría hacer para evitar tal perdida? Es claro que los responsables siempre serán los encargados, casi que obligados, de preservar la historia y los sitios patrimoniales de ese lugar. Un “museo nacional” es, sin lugar a duda, responsabilidad de las autoridades nacionales del lugar donde se encuentre. Sin embargo, sería insensato y fácil, simplemente culpar a un grupo de personas que no hicieron lo que debían hacer.

Pero en este punto nos surge una nueva pregunta: ¿Qué se debía hacer?, se podrían mantener aislados todos los elementos en un entorno protegidos, tanto del fuego como de la intemperie, guardados en bóvedas destinadas a cada uno de estos objetos. Pero podría convertirse estos objetos en cálices sagrados y aislados del disfrute de los individuos a pesar de hacer parte de su propia historia.

 

"Un evento como el que destruyó el museo nacional de Brasil en Rio de Janeiro, es muestra de la impredecibilidad que rige nuestras vidas, nuestra existencia y nuestro legado"

 

La reacción de las personas e instituciones no se salva de este cuestionamiento, sin ir más lejos las únicas personas que sufren realmente esa pérdida son quienes valoran los objetos históricos como un elemento simbólico, cosa que poco ocurre con las personas “del común”, solo es una notica más porque no es en su país, porque posiblemente todo esté en internet. Entonces, ¿que lleva a la poca importancia de un evento como este para gran parte de la sociedad? No me atrevería a decir que se debe al poco interés o a la educación recibida; donde me aventuraría a generar culpabilidades, sería al esquema general sobre el cual convivimos que genera distintas prioridades y destruye las sensibilidades.

Un museo es uno de los edificios más importantes ya que allí se guarda lo que podría ser considerado trascendente en la historia (ya sea global o local) que así mismo se convierte en uno de esos elementos trascendentes. Regresando a esa fragilidad que se evidenció por este hecho, deberíamos pensar en replantear la figura del museo; llegar a una forma segura para la información, abierto y de acceso universal para quienes quieran disfrutar de sus piezas.

Que este lamentable acontecimiento no sólo se quede en una perdida, sino que sea la puerta para avanzar a un espacio donde, por lo menos, se puedan salvar los registros de la historia en formatos que permitan su durabilidad en el tiempo. Hoy las artes y la historia están de luto, pero a la vez deben estar tomando atenta nota.