Hace unas semanas en medio de la agitación noticiosa en la que vivimos los colombianos y en la que al parecer cada noticia es más escabrosa y desalentadora que la anterior, conocimos que una niña de doce años perteneciente a la comunidad indígena Embera ubicada en el norte de Risaralda fue violada por un grupo de siete hombres pertenecientes al ejército. A hoy, los militares fueron capturados y se les imputo el delito de acceso carnal abusivo, hecho que, más allá de la pena que deberán cumplir, significa la revictimización de la menor ya que infiere que ella dio su consentimiento para que siete hombres la accedieran carnalmente, al tiempo.
Como era de esperarse el hecho fue condenado por toda la sociedad colombiana, pero con una clara diferencia entre sectores de la misma, por un lado, están quienes han afirmado que es un caso aislado y que no se puede señalar a la institución militar por el accionar de unos cuantos hombres, señalando el hecho como un caso de “manzanas podridas” al interior de la institución. Y por otro, estamos quienes pedimos que se revisen los procesos de formación de los militares ya que el crimen cometido por los siete soldados no responde a un caso de manzanas podridas, sino a un patrón sistemático al interior del ejercito
estos hechos acompañados de las denuncias por maltrato a seres humanos y animales demuestran que no es cuestión de manzanas podridas
Lo ocurrido ha puesto en el panorama nacional otros hechos en los que están involucrados hombres pertenecientes a las fuerzas armadas. Hace unos días el comandante general de las fuerzas militares, General Zapateiro, comunicó a la opinión pública que hay 118 investigaciones por abuso sexual por parte de hombres del ejército, pero a decir verdad la sensación que queda en el aire es que los casos son mayores y que la comandancia de la institución niega que los hechos sean sistemáticos.
Entre los casos se encuentran los denunciados por la Organización de Naciones Unidas (ONU) en los que señala que hallaron tres casos de abuso sexual en los que se involucran a militares, la violación de dos niñas en Tame, Arauca por parte de un subteniente del ejército, que además asesinó a una de las menores y sus hermanos, el abuso sexual a una bebé de cuatro meses por parte de un soldado, la violación a una mujer sordomuda por parte de un soldado en Arauquita, la violación a una mujer por parte de miembros de la policía mientras permanecía detenida, entre otros.
es necesario hacer evaluación sicológica a los miembros de las fuerzas armadas periódicamente, modificar los procesos de reclutamiento...
La situación no solamente se resume a casos en los que las víctimas son civiles, existen varias denuncias en que las víctimas son miembros de las fuerzas militares entre esos casos resaltan los denunciados por cinco cadetes a los que mientras dormían les fueron tocados los genitales, el de un soldado que fue abusado sexualmente por sus compañeros, el de una capitana que denuncio acoso sexual por parte de un superior y el de un general que tiene denuncias por abuso sexual a una capitana y a una estudiante de la escuela militar.
Sin duda alguna estos hechos acompañados de las denuncias por maltrato a seres humanos y animales demuestran que no es cuestión de manzanas podridas, que son hechos sistemáticos que tienen su origen desde la misma doctrina militar, la formación implantada a soldados, suboficiales y oficiales no es digna del siglo XXI, existen falencias en derechos humanos, la libertad sexual y reproductiva, además de la violencia con que tratan a los militares y que es de conocimiento público gracias a centenares de denuncias que han quedado en el aire.
Urge un cambio en la doctrina militar
Hay hombres y mujeres pertenecientes a las fuerzas armadas cuya conducta es impecable y cumplen con sus deberes como ordena la ley, pero lastimosamente se ven opacados por los casos que se han mencionado anteriormente y que dejan un gran manto de dudas sobre la institución.
Urge un cambio en la doctrina militar, entre ellos es necesario hacer evaluación sicológica a los miembros de las fuerzas armadas periódicamente, modificar los procesos de reclutamiento, hacer un perfil sicológico y siquiátrico de quienes pertenecerán a la institución, controles internos más severos y el cambio de la doctrina del enemigo interno, este último elemento es esencial para evitar que los pertenecientes a las fuerzas armadas dejen de ver a cualquier colombiano que piensa distinto como un enemigo del Estado.
Ilustración por @_zhomelo_