Quiero a un sobreviviente para Ministro de Educación, quiero a un tipo que sepa qué es recibir matoneo por viajar en bus o bicicleta vieja a una universidad donde todos pudieron pagar un curso de inglés o italiano o alemán y él no, pero sueña con ser Filólogo. Quiero a un tipo que su familia primero haya sido de clase media y luego de clase baja y jamás haya sido tan feliz como lo fué en los pasillos de una universidad.
Quiero a alguien que se haya maquillado para una comparsa, que haga vaca para Old Jhon, que haga esos rituales estúpidos y felices de desgaste y se crea adulto. Quiero a un tipo para Ministro de Educación que sepa a ciencia cierta que nada de eso lo hizo adulto, en realidad.
Quiero a un vendedor de empanadas como Ministro, uno que reúna para su intersemestral porque a mamá la desfalcó Colpensiones y hay que apurar el grado. Que cuando su papá haya perdido su empleo por culpa de la Ley 100 y la abuela haya quedado hospitalizada por una diabetes que no entiende de cuotas en Pichincha o Bancoomeva, haya ido a hacer el 2do Corte con un nudo en la garganta y en los huevos. A un Ministro que sepa que las siglas como VIH/SIDA o las letras para escribir “Hepatitis C”, son el abecedario con que le anotan ausencias en clase y describen su nombre y futuro con la palabra ‘mediocridad’, mientras sostiene el cabello adelgazado de alguien que se agarra en un lavabo vaciando su estómago y minutos; ese Ministro sabe, que nadie conjuga las palabras “educación” y “salud integral” con la palabra “estudiante”.
Un Ministro que haya vivido el ver a su hermana llegar llorando de clase porque el profesor de Estadística le hizo una mamografía involuntaria pero como ella lleva el promedio en 2,8 se tuvo que quedar quieta.
Y quiero oír la respiración de ese Ministro recordando la impotencia.
Quiero, con querer que da fiebre, a uno de Educación que haya abrazado a otro estudiante sin decirle a su amigo que se anime, que todo tenía solución, y simplemente dejara que se apoye la cabeza en su hombro después de tomarse el Ritalin. Un Ministro que haya tomado cerveza en el funeral de Tomás o Andrés o Brayan o Johann con sus padres y tíos, que tenga pocas palabras y actos útiles para encarar que la presión por graduarse lleva a la depresión por adaptarse, a vivir con las uñas, hasta que un día sueltas el borde.
Y que en Revista Semana y RCN a tu amigo lo acusen de terrorista, aunque él ya no pueda defender su nombre.
Un Ministro de Educación, quiero, que aún si embaraza por accidente a su pareja casual en 3r Semestre, cuando tenga a sus hijas entre brazos, sepa sin duda que les desea la felicidad de que puedan graduarse como él lo hizo. Porque es inaplazable. Y, ¿Ministro?, que se acuerde que usted soñaba con ellas estudiando en Universidad Pública.
Y, ¿Ministra?, quiero una Ministra de Educación que no me diga "la tal #UniversidadPublicaResiste no importa", porque aún usando tacones hoy, ella recuerda qué es ir en tenis hasta la Plaza de Bolívar; una que haya tenido que defender en clase a su compañera de alguien que no es capaz de ponerte un 5,0 porque eres negra y usas el pelo en dreads. Una, que apriete los dientes cuando a su compañera y a ella le digan, con una mano tocándoles la cabeza sin su permiso, que las ingenieras de verdad lo llevan liso: las que quieran graduarse, claro.
Quiero a una Ministra de Educación nerviosa todo el semestre porque sólo alcanzó para fotocopias y condones de ProFamilia, y se siente incómoda a la mañana siguiente, y este salón sin reparar construido en 1965 no tiene ventilación buena y así es imposible concentrarse. Una Ministra que pague poco por su carrera y que le meta entusiasmo, para saber cuando egrese que en la Universidad no hay dinero suficiente para contratarla como investigadora, Ministra, ¿sintió rabia por eso?, ¿sintió envidia de las chicas que sí podían hacerlo?, ¿usted siente algo aparte de resentimiento, Ministra?, ¿usted sintió miedo de que en la Universidad Pública no le enseñaran lo necesario a los ojos de su jefe con apartamento en Miami?
La oigo.
Yo quiero a alguien de Ministra que se haya preguntado cómo explicarle a su mamá que prefiere un intercambio a otra Universidad en otro país, que haya acompañado a sus amigas a salir del clóset, que haya despedido a sus amigos al aeropuerto rumbo a países donde no los amenaza el rector de una Universidad Pública por besarse con otres chiques. Y a esa Ministra le quiero dar un abrazo con furia, porque ella sabría que con los edificios y árboles y cafeterías y guarderías adecuadas que soñó, algún día podría haber vivido no tener que exiliarse para saber qué se siente educarse sin que sea un lujo y sin ser viejo a los 25, sino algo tan cotidiano como comprar pa'l desayuno.
Y, sobre todo, quiero saber por qué no puedo tener unx Ministrx así, ¿por qué me enseñaron desde el colegio que la Educación Pública es educarnos para ser mendigos de derechos y afectos, que ni Presidentes ni Gobernadores le dan la talla?
Ministrx que siempre devora y que nunca comparte; Ministrx que es unx payasx viendo ballenas políticas mientras arrasan cerebros en tierra firme; Ministrx que siempre me manosea el futuro, pero que la justicia nunca aprieta en serio.