El 28 de abril de 2021, quedará marcada como una fecha fundamental de nuestra historia republicana. Se recordará no solo por ser el inicio de un enorme levantamiento popular contra una reforma tributaria perjudicial para los intereses de las clases sociales más vulnerables, también se marcará como el hito que explica el cambio de coordenadas en la discusión política, significando por fin la superación del vetusto discurso de la guerra fría (capitalismo/comunismo), y el ingreso a la discusión política colombiana de las reivindicaciones sociales, culturales y económicas del desarrollo.
No es un detalle menor en una sociedad signada por la premodernidad, la violencia y la desigualdad. Con dinámicas feudales que se han perpetuado a raíz de la enorme concentración de la tierra, pero que al mismo tiempo ha contado con incipientes procesos de industrialización y más recientemente tercerización económica (esto significa el predominio del sector servicios), impulsores de un crecimiento urbano lastimosamente caracterizado por los denominados cinturones de miseria. Este contraste entre la Colombia rural y la urbana, se hace aún más complejo si se consideran las realidades territoriales, fundamentalmente, las grandes asimetrías de representatividad política y por consiguiente la ausencia histórica del Estado en muchos territorios vistos con desidia por el vanidoso y corto de vistas poder central.
Estas marcadas diferencias entre departamentos, municipios y ciudades, también explican la diversidad de la protesta que estamos viviendo, y la ausencia de una organización centralizada que permita identificar un accionar coordinado. Diferentes grupos de interés, asociaciones, agremiaciones, comunidades, entre otros, han entendido la coyuntura actual como el mejor escenario para expresar sus reivindicaciones históricas. El contexto que estamos viviendo ha sido asumido, por muchos de los que históricamente no han tenido ni voz ni voto en nuestra democracia, como la oportunidad propicia para expresar su descontento y sus insatisfacciones.
Pero esta polifonía de voces e intereses, así como la horizontalidad comunicativa que reclaman muchos promotores de las protestas, no puede llamarnos a engaño: sigue respondiendo a una consciencia y a una postura política clara. Encauzar adecuadamente el descontento y brindarle representatividad política, requiere de una nueva izquierda, una que como lo plantea Zizek y como lo recogemos en el título de esta columna, se atreva a pronunciar su nombre, rompa con la tendencia oposicionista y se convierta en verdadera opción de poder.
Sin embargo, estas manifestaciones y los sacrificios expresados en las vidas humanas, no serán suficientes si esta nueva ciudadanía que esta despertando, no logra configurarse en un verdadero agente político
La agenda económica, social, política y cultural de esta nueva izquierda, debe superar el ideal de un sistema productivo completamente planificado. Ya no hay espacio para la trillada disyuntiva capitalismo/comunismo. De hecho, el reto esta en articular intereses y necesidades muy diferentes: generación de riqueza, hambre, miseria, pobreza, desempleo, educación, desigualdad, déficit de vivienda, falta de acceso a agua potable y alcantarillado, salubridad pública, cambio climático, discriminación por raza o genero, violencia, migración, entre otras problemáticas, deben hacer parte de la agenda progresista
Estos temas han sido expresados de múltiples formas por los manifestantes que valerosamente se han tomado las calles del país, a pesar de la terrorífica represión oficial. Sin embargo, estas manifestaciones y los sacrificios expresados en las vidas humanas, no serán suficientes si esta nueva ciudadanía que esta despertando, no logra configurarse en un verdadero agente político, capaz de asumir el poder y de afrontar las consecuencias implícitas en el ejercicio del mismo. En otras palabras, si no logra conducir el enorme descontento que expresa una gran parte de la población, hacia expresiones democráticas con vocación de poder.
No es para nada un camino fácil. En muchas de estas expresiones populares, también se percibe un dejo de desesperanza democrática, no son pocas las voces que en contra de la sensatez reclaman la salida del poder del presidente Duque, abriendo la puerta a un incierto escenario que podría terminar en formas autoritarias de poder. Se perciben también, muchas y muy hondas heridas, personas que lo han perdido todo o que peor aun nunca han tenido nada, que se sienten despojados, excluidos e ignorados, y que bajo el influjo de una ira que en muchos sentidos es justificada, niegan la posibilidad de que ese gran Otro que consideran que los ha llevado a esa precaria condición, sea un interlocutor valido con el cual pueda llegar a acuerdos justos.
La política social, deberá garantizar que, aupado por un sistema fiscal realmente progresivo, se reduzcan los enormes niveles de desigualdad que nos caracterizan, brindando condiciones equitativas de acceso a servicios básicos como salud, educación y empleo.
Sin embargo, tenemos que tener claro que las grandes transformaciones que se reclaman, no se alcanzarán acudiendo a formas antidemocráticas de gobierno, o promoviendo la aniquilación del o los Otros, sin importar que tan grandes sean las heridas de la historia. El actuar político y el posterior ejercicio de poder debe dirigirse en una dirección totalmente contraria. Se debe abrir espacios para que todos los ciudadanos sean sujetos de derecho, respetando la diversidad étnica, cultural, sexual, política, etcétera. En su orientación económica, deberá propender por una economía de mercado con orientación social, incluyente, sostenible y solidaria. La política social, deberá garantizar que, aupado por un sistema fiscal realmente progresivo, se reduzcan los enormes niveles de desigualdad que nos caracterizan, brindando condiciones equitativas de acceso a servicios básicos como salud, educación y empleo.
Quisiera terminar diciendo que, si bien debemos celebrar que las manifestaciones en todas sus expresiones no han dado lugar a personalismo caudillistas, si es urgente un accionar político concreto, que permita expresar el descontento, el dolor y la rabia, en transformaciones efectivas. Necesitamos, reitero, una nueva izquierda que se atreva a pronunciar su nombre, y se transforme en alternativa real de poder. Solo el tiempo nos dirá si los colombianos estuvimos a la altura de los acontecimientos históricos, o si por el contrario, perdimos una inmejorable oportunidad de cambiar nuestra realidad.