No hay duda que, quienes han pagado y con creces los horrores de la guerra en Colombia, son los civiles; personas de a pie, personas como usted y yo, víctimas de fuerzas guerrilleras, del Estado Colombiano, el cual, a su vez actúa mancomunadamente con paramilitares y empresarios para expropiarle tierras a sangre y fuego al campesinado colombiano.

Con este panorama, las reflexiones y estudios sobre la violencia en Colombia han sido variados y extensos, cómo por ejemplo el “¡Basta ya!”; informe del Centro Nacional de Memoria Histórica, el cual nos acerca al tema del conflicto armado colombiano y sus múltiples repercusiones para la población civil. Pero, no son sólo libros los únicos que aportan a la comprensión del conflicto armado, también, y en este caso particular, lo es el teatro.

 

“Quizá la bendición colombiana haya sido la falta de apoyo estatal, oposición a menudo, incluso guerra y amenazas, y la maravillosa inexistencia de un teatro comercial. Pudo surgir así un movimiento muy amplio, fuerte y popular como se le dio la gana”

Emilio Carballido
Dramaturgo, investigador y escritor mexicano (1925-2008)

 

Desde las últimas décadas del siglo XX, se ha venido “produciendo un teatro que se constituye en correlato artístico de los hechos de la violencia”[1], es decir, “nuestra violencia, especialmente bajo su expresión bélica, es excepcional en el contexto latinoamericano, ya que produce a parte de los obvios efectos económicos y políticos impactos culturales”[2], pues condicionó el teatro colombiano de fines del siglo XX, naciendo así, un teatro político preocupado por el tema de la memoria; su reconstrucción, su olvido,  la reconciliación con el pasado o de simple reconocimiento. Sin embargo, no debemos confundirnos, pues no quiere decir que las temáticas deriven exclusivamente de la violencia de extrema derecha, de extreme izquierda, o del Estado, debemos tener claro que, nuestro contexto histórico, cómo ya se dijo, condicionó , pero aun así no determino el teatro de fines del siglo XX, que sobre todo es; un teatro de la memoria.

 

Es preciso aclarar que el teatro político fue la creación colectiva de intelectuales, actores y actrices que le apostaron a un movimiento independiente. Figuras representativas como Enrique Buenaventura y Santiago García, (el primero fundo el Teatro Experimental de Cali en 1955 y el segundo creó La Casa de la Cultura en 1966, hoy, Teatro la Candelaria), se aventuraron en proyectos teatrales en donde conviven “argumentos sociales e históricos, políticos y éticos con la narración de historias humanas dignas de ser grabadas en la memoria colectiva de todo un pueblo”[3]

 

“ Nos interesaba contar lo que estaba pasando en el país, y es la historia del engaño de la politiquería sobre la realidad, el “tumbo” que hay entre lo que se presenta como realidad y lo que es la realidad, es decir, la distorsión que logra hacer el que tiene el poder para mostrarle a los súbditos, al pueblo, digamos así, la realidad totalmente distorsionada ,falsificada, pero no solo la realidad actual, sino lo que es más importante para un pueblo como lo es la realidad histórica”

Santiago García.

 

Ahora bien, definir la memoria es complicado, porque se indicaría que existe una única y global definición, cosa que no es así. Mejor aún, “abordar la memoria involucra referirse a recuerdos y olvidos, narrativas y actos, silencios y gestos. Hay en juego saberes, pero también hay emociones. Y hay también huecos y fracturas”[4] y estos aspectos se vuelven cruciales cuando se vinculan a hechos o acontecimientos traumáticos, como, por ejemplo; La toma del palacio de justicia 1985, la masacre de la Unión Patriótica, 1980-1990, entre otros.

Es en este punto, cuando la memoria y el teatro se entrelazan y juntos buscan que “el sufrimiento de las victimas representado sobre la escena no sea simple materia dramática para los autores, sino que, también, se traduce en sentimientos de rabia y piedad, de temor y solidaridad, impotencia y exigencia de justicia: en emoción verdadera”[5]. Hay que tener en cuenta el papel del espectador, pues éste debe enfrentar la experiencia sin traumas, para lo cual, debe existir un “distanciamiento”, que a su vez impide que el contenido emocional de la obra este lejos de sentimentalismos oportunistas. En otras palabras,  las victimas representadas encarnan la impotencia y el dramaturgo exige justicia ante esa impotencia. Se crea una nueva dimensión del dolor: más ética y política. Este teatro “es un teatro de la memoria, un teatro contra el olvido”.

A continuación, algunas obras representativas de la dramaturgia colombiana.

GUADALUPE AÑOS SIN CUENTA.

La obra tiene como personaje principal a Guadalupe Salcedo Unda, Campesino y bandolero colombiano, alzado en armas, afiliado al partido liberal, y que desarrollo una vida guerrillera en los llanos orientales. La obra fue escrita conjuntamente por todos los integrantes del Teatro la Candelaria, y por Arturo Alape, historiador colombiano que les ayudó en la contextualización histórica del país en el momento en que se desarrollaron los hechos.

LA TRIFULCA.

Obra que utilizo el dramaturgo Santiago García para hacer catarsis de todo el exterminio que se realizó a la “Unión Patriótica”, partido Político Colombiano, el cual sufrió la pérdida de más de 3000 de sus integrantes.

LOS PAPELES DEL INFIERNO.

Serie de obras que se convierten en un retrato de la violencia bipartidista en el país: La Maestra, la tortura, la autopsia, la audiencia, la requisa, entre otras.

LA DENUNCIA.

Obra teatral basada en la denuncia realizada por Jorge Eliecer Gaitán ante el Congreso Colombiano, sobre la masacre de los trabajadores de la zona bananera a finales de 1928.

LA SIEMPREVIVA.

Obra que representa los conflictos que se viven en una casa de inquilinato en la cual conviven forzosamente unos personajes que chocan entre si, y los sucesos que se desencadenan con la toma del Palacio de Justicia por parte del movimiento guerrillero del M-19.

LA ORGÍA.

Habla de la explotación de una Madre Prostituta sobre su Hijo Mudo, como única opción para no morir de hambre.

RÉQUIEM POR EL PADRE DE LAS COSAS.

Que nos muestra el terrible impacto que la conquista española tuvo sobre la población nativa  americana.

Por último, es bueno preguntarnos y reflexionar si; ¿es el teatro una herramienta útil para la reconstrucción de la memoria histórica? ¿Por medio del teatro podremos aportar a la reparación social y al restablecimiento de la dignidad de las víctimas? Y también para los más curiosos surge la pregunta de ¿qué tipo de teatro se realiza actualmente?, ¿es un teatro político, preocupado por la realidad nacional, o por el contrario es un teatro mercantilizado entretenedor de masas, opuesto al teatro de fines del siglo pasado el cual logró consolidar una dramaturgia que hablara del país en toda su diversidad y complejas problemáticas?.

 


[1] Colombia. Ministerio de Cultura. Luchando contra el olvido. Investigación sobre la dramaturgia del conflicto. Bogotá. 2001.
[2] Sánchez G. G. Guerras, Memoria e historia. Instituto Colombiano de antropología e Historia. Bogotá, 2003. P. 36.
[3] Ver Colombia. Ministerio de Cultura, op. Cit., p 36.
[4] Jelin, Elizabeth. Los trabajos de la memoria. Siglo XXI Editores. Madrid. P 17.
[5] Ver Colombia. Ministerio de Cultura, op. Cit., p 35.